Este sábado los zaragozanos celebran una de sus fiestas más queridas y populares y que, hay que decirlo todo, no ayudan precisamente mucho a los que queremos quitarnos esos kilitos de más que hemos cogido durante las Navidades. Y es que es tradición el comer un delicioso roscón por el día de San Valero, conmemorando la figura de quien fuera obispo de la ciudad allá por el siglo IV y que se acabó convirtiendo en su santo patrón. Pero más allá de ese papel que la tradición cristiana le ha otorgado, ¿qué sabemos realmente de esta figura histórica?

En realidad es muy poquito lo que nos dicen las fuentes sobre su figura y nos ha llegado más información a través de las tradiciones cristianas que se fueron creando a lo largo del tiempo. Lo que sí que es cierto es que vivió entre finales del siglo III y comienzos del IV d.C., todavía en tiempos del Imperio romano y en plena efervescencia del cristianismo. De hecho, una de las pocas evidencias de la existencia de Valero la tenemos en los datos que se han conservado sobre un concilio de la Iglesia cristiana en Hispania celebrado en Elvira en el año 306, en el que sabemos que estuvo presente el obispo de Caesaraugusta (la Zaragoza romana) y que respondía al nombre de Valero.

Fueron realmente unos años terribles para la cristiandad, pues fue poco antes, entre los años 303 y 304, cuando se acometió la última gran persecución contra aquellos que profesaban esa nueva fe venida desde Oriente. También es verdad que existen muchos mitos sobre esas persecuciones y las supuestas matanzas indiscriminadas de cristianos incitadas por el Estado romano. Desde luego, los cristianos sufrieron mala prensa en la que se les acusaba de incestuosos por aquello que decían de «amar a sus hermanos», tomándolo al pie de la letra; de ateos, al no adorar a los dioses paganos e incluso de caníbales, por el mero hecho de comer la hostia en la comunión y que, tras la transustanciación al final de la misa, se convierte en el cuerpo de Cristo.

Reparto del roscón de EL PERIÓDICO DE ARAGÓN en 2020. EL PERIÓDICO

Pero a pesar de no ser bien vistos por los no cristianos, en realidad tan solo hubo tres grandes persecuciones a nivel general contra ellos, y estas fueron de muy corta duración, aunque desde luego se llevaron a cabo actos terribles. Pero no debemos caer tampoco en ese bulo tradicional en el que parece que los cristianos fueron perseguidos durante siglos y con ahínco por los romanos.

Más allá de que sabemos que hubo un Valero que fue obispo de Caesaraugusta por esas fechas, entran luego las historias que se fueron desarrollando más tarde en torno a su figura. Ahí es donde entra el martirio del oscense San Vicente en Valentia (actual Valencia), fruto de aquella última persecución contra los cristianos decretada por el emperador Diocleciano.

La tradición nos cuenta que Valero de Zaragoza fue el maestro de Vicente de Osca (actual Huesca), quien se acabó convirtiendo en el diácono del obispo zaragozano.

No debemos caer tampoco en ese bulo tradicional en el que parece que los cristianos fueron perseguidos durante siglos

Debido a las persecuciones, Valero fue detenido y llevado hasta la capital levantina, siendo acompañado por Vicente, quien finalmente ejerció de defensor de ambos porque, según se nos cuenta, el propio Valero tenía ciertas dificultades del habla, quizás tartamudez. Debido a su atrevido discurso de defensa ante las autoridades, Vicente fue martirizado mientras que Valero corrió mejor suerte y salió vivo de aquella situación.

Ahí le perdemos la pista, hasta que en el siglo XI surge la noticia del hallazgo muy cerquita del castillo de Loarre de unos restos que fueron atribuidos a San Valero, explicando allí su presencia diciendo que tras el juicio en Valencia fue castigado con el exilio en aquella región. Sin embargo, esto no casa mucho con la realidad, ya que después de aquel juicio del año 303, nos encontramos a Valero tres años más tarde en el mencionado concilio de Elvira. Aun así, las fechas no son casuales, pues justo en esos momentos se estaba fraguando la construcción del Reino de Aragón, el cual necesitaba figuras de este tipo para legitimar su existencia y protección por parte de un santo como San Valero. Esos restos fueron llevados hacia el año 1050 a la catedral de Roda de Isábena y, más tarde y tras la conquista de Zaragoza por Alfonso I el Batallador en el año 1118, fueron colocados en la Seo zaragozana.

Para custodiar aquellos restos del santo, don Pedro de Luna, más conocido por todos como el Papa Luna, prometió regalar un relicario a la catedral zaragozana, tratándose de un magnífico busto-relicario que además, ahora sabemos que aunque representa a San Valero, es realmente la imagen de este pontífice aragonés salvo la nariz, que la mandó retocar para salir un poco más guapo. Sea como fuere, mañana toca celebrar en familia o con amigos una de las tradiciones más dulces y queridas por todos los zaragozanos.