El 6 de marzo de 1815, este domingo se cumplía la efeméride, Martín de Garay ordenó construir un paseo con árboles desde Puerta Cineja hasta lo que quedaba del antiguo monasterio de Santa Engracia. Son los antecedentes del actual paseo Independencia de la capital del Ebro. Lo que pocos saben es que los orígenes de este proyecto hay que buscarlos en los tiempos de la ocupación francesa de la ciudad.

Lo cierto es que de aquellos años de principios del siglo XIX se ha tratado hasta la saciedad el tema de la Guerra de la Independencia contra los ejércitos invasores napoleónicos. Es una guerra que nos han desmenuzado de manera muy pormenorizada desde la escuela. Nos han hablado de las intrigas palaciegas entre Carlos IV, Godoy, Fernando VII y Napoleón, el amo de Europa en esos momentos. Nos han explicado cómo todo eso condujo a la cesión del trono español a José Bonaparte, hermano del gran mandatario de Francia. Nos han enseñado todas las batallitas de la guerra: el Levantamiento del 2 de mayo, las batallas de Bailén y de los Arapiles, los Sitios de Zaragoza, etc. También han sido protagonistas de las disertaciones de este período histórico los siguientes temas: los guerrilleros, la constitución de 1812, la división entre «afrancesados» y «patriotas» y las consecuencias de la contienda. La gran asignatura pendiente ha sido y sigue siendo responder a la pregunta: ¿cómo fue el gobierno francés durante la ocupación?

En concreto, en Zaragoza el gobierno francés estuvo presente durante cuatro años y cinco meses hasta que las tropas galas se retiraron de la ciudad el 9 de julio de 1813, después de volar por los aires, eso sí, el puente que conectaba con el Arrabal para facilitar la huida hacia los Pirineos. Aun con todo, unos pocos soldados franceses resistieron en la Aljafería hasta el 2 de agosto de ese mismo año. La cuestión es qué aportaron durante esos cuatro años, cuál fue su contribución, su granito de arena a nuestra historia y a nuestra realidad actual.

Recreación de la salida de los franceses de Zaragoza. EL PERIÓDICO

Esa ciudad que resistió hasta la extenuación, quedando completamente arrasada y perdiendo a casi cuatro quintos de su población, hasta que capituló en febrero de 1809; quedó al mando del mariscal Louis Gabriel Suchet, quien fue nombrado por Napoleón Gobernador General de Aragón. El emperador francés, consciente de la importancia de controlar una zona de paso tan importante como es Aragón, puso al frente de este territorio a uno de sus mejores hombres, y las órdenes eran que no estaba subordinado a la autoridad de su hermano y rey de España, José Bonaparte; sino que únicamente debía rendir cuentas al mismísimo Napoleón. Es decir, Aragón en esos momentos es casi como una provincia más de Francia, al margen del resto del reino de España, gobernado por José Bonaparte.

Suchet como gobernante tiene varios retos: pacificar, controlar y revitalizar la economía del lugar para recaudar más impuestos, que eran necesarios para sufragar el mantenimiento de un gran ejército que se estaba enfrentando contra toda Europa. Las acciones de la guerrilla y las continuas presiones desde Francia para que recaudara cada vez más impuestos, le hicieron fracasar. El otro gran propósito era reconstruir una gran ciudad, como era Zaragoza, que había sido arrasada casi hasta los cimientos.

En un desaparecido palacio donde hoy hay un banco estaba la 'Corte' francesa. EL PERIÓDICO

En ese contexto ruinoso la élite francesa, encabezada por Suchet y su esposa Honorine Anthoine de Saint-Joseph, dirigirían un esperpéntico rosario de grandes y fastuosas fiestas en medio de una ciudad arruinada. Decidieron establecer su hogar y una especie de corte en el palacio del Conde de Fuentes, ya desaparecido y situado en el Coso en el solar que ahora ocupa un banco junto al Palacio de Sástago. Allí eran frecuentes las fiestas francesas, en las que no faltaban representantes aragoneses de instituciones que colaboraron como la Iglesia, la Sociedad Económica del País o la Casa de Ganaderos.

Aprovechando el lamentable estado de la ciudad de desarrollaron nuevos proyectos urbanísticos. Entre ellos estaba el «Paseo de las Damas», una zona arbolada que salía de la arrasada ciudad y que todavía hoy sigue conservando su trazado y nombre. El otro gran proyecto fue crear un gran «Paseo Imperial» en un área que anteriormente estaba ocupada por casas, conventos y monasterios, destacando el de Santa Engracia. Lo que se pretendía era crear un bulevar al más puro estilo parisino. De hecho, el paseo está ambientado en la Rue de Rivoli, una famosa avenida con porches situada muy cerquita del Louvre de París. Sin embargo, el devenir de la guerra hizo que el dinero apenas diera para colocar unos bancos y árboles, y en septiembre de 1812 se paralizaron las obras.

Ironías del destino, lo conocemos como paseo Independencia, a pesar de que fueron unos invasores los que lo idearon

Pero poquitos años después, en el año 1815, Martín de Garay mandó continuar las obras y, al final, en la década de los años 30 del siglo XIX, se terminó de construir el paseo que hoy en día, ironías del destino, conocemos como paseo Independencia, a pesar de que fueron unos invasores los que idearon su construcción.