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Basilio Paraíso

El 29 de abril del año 1930 murió en Madrid Basilio Paraíso Lasús, una de las grandes figuras del Aragón de finales del siglo XIX y comienzos del XX

Monumento a Paraíso en el Parque Grande.

Basilio Paraíso nació en la localidad oscense de Laluenga un 14 de junio del año 1849 en el seno de una familia humilde. Su padre era maestro de escuela, lo que significa, y más en esa época, que no nadaban precisamente en la abundancia económica. A pesar de ello la familia trató de ofrecer a Basilio una educación que inició tanto en el Instituto de Huesca como posteriormente en el de Zaragoza, pero la deriva de la economía familiar, cada vez más necesitada, le llevó a tener que abandonar sus estudios y ponerse a trabajar y poner su granito de arena.

Esto no fue, ni mucho menos, un obstáculo para que este oscense acabara por convertirse en una de las personalidades más influyentes de Aragón e incluso llegando a tener bastante peso a nivel nacional. Tras pasar por diferentes trabajos, finalmente alcanzó un buen puesto que le situó como escribano en los Juzgados de Zaragoza, habiendo sido este un buen empleo para la mayoría. Pero las inquietudes intelectuales que ya le habían inculcado sus padres desde joven le llevaron a no acomodarse, prosiguiendo su formación y logrando la licenciatura en Medicina en la universidad zaragozana. Una nueva vía se abría ante él, pero hubo un hecho que le cambiaría la vida para siempre.

Y es que en el año 1876 se asoció con Tomás Colandrea y ambos fundaron La Veneciana en la capital aragonesa, un taller dedicado a la fabricación y venta de espejos que alcanzó un gran éxito comercial y abrió las puertas a Basilio Paraíso a crear una importante fortuna personal. Fue tal el éxito alcanzado por la empresa que abrieron sucursales en Sevilla y Madrid, consiguiendo así una importante proyección por toda España.

Monumento a Paraíso en el Parque Grande José Antonio Labordeta de Zaragoza.

Monumento a Paraíso en el Parque Grande José Antonio Labordeta de Zaragoza. CARLOS PERULAN

Gracias pues a su éxito empresarial comenzó también a navegar en las procelosas aguas de la política nacional que, a pesar de haber alcanzado cierta tranquilidad tras la Restauración Borbónica en 1875 y con el nuevo sistema político establecido por Cánovas del Castillo, se avecinaban nuevos desafíos para la sociedad española. El sistema de la Restauración se basaba en las cuatro máximas que estableció Cánovas: «rey, Cortes, Constitución y turno». Se trataba así de intentar dar una estabilidad interna al país de cuya falta había adolecido en los años anteriores, creando un sistema electoral en teoría democrático (aunque solo para hombres) pero que en realidad se basaba en el control del voto, el pucherazo electoral y en el turnismo en el Gobierno de los dos grandes partidos del momento; el Conservador liderado por el propio Cánovas y el Liberal con Práxedes Mateo Sagasta al frente.

Evidentemente ese sistema tenía muchas lagunas y problemas que irían surgiendo a la larga, y la primera gran prueba de fuego vino con la Guerra de Cuba iniciada en 1895 y que acabó con la intervención en 1898 de Estados Unidos y la pérdida de las últimas posesiones de ultramar del antiguo Imperio español: Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam. La pérdida territorial fue un duro mazazo para la conciencia colectiva de España y en especial para sus oligarquías dirigentes, que lo acabaron bautizando como el Desastre del 98. A ello le siguió el movimiento Regeneracionista, liderado especialmente por intelectuales pero también por empresarios de carácter progresista que apostaban por una reestructuración del país. Si se quería hacer desarrollar de verdad a España era necesaria una regeneración desde la educación, dejando atrás valores anquilosados que de nada servían ya.

Joaquín Costa, el otro gran líder del regeneracionismo. EL PERIÓDICO

Dos de los grandes líderes de este movimiento fueron precisamente dos oscenses: Joaquín Costa y el propio Basilio Paraíso. Este último, que desde joven había mostrado inclinaciones republicanas, ya había hecho pocos años antes sus primeros pinitos en la política desde el partido republicano de Manuel Ruiz Zorrilla, aunque lo acabó abandonando muy pronto. Como persona de gran ascendencia social y empresarial que además formaba parte de instituciones como la Cámara de Comercio e Industria, entró en la Unión Nacional, el partido que acabó alumbrando el movimiento Regeneracionista. Pero el férreo control existente del sistema electoral hizo que este partido, que denunciaba los vicios del sistema de la Restauración como el caciquismo y que reclamaba una educación libre y laica, logró unos decepcionantes resultados en las elecciones de 1901. Al menos Basilio Paraíso logró salir elegido como diputado nacional, aunque no volvería a presentarse ante el escaso impacto en la política que logró el partido.

También jugó un papel crucial en la organización y celebración del primer centenario de los Sitios de Zaragoza en 1908. Paraíso luchó porque fuera un acto de reconciliación y no de revanchismo y exaltación patriótica, lo que se tradujo en la acertada celebración de la Exposición Hispano-Francesa ese mismo año. Logró numerosos reconocimientos a lo largo de los años e incluso las autoridades trataron de agasajarle con un busto a su persona, algo a lo que se negó hasta su muerte, ya en el año 1930 estando afincado en Madrid.

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