El Periódico de Aragón

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Juego de espías en Aragón

A pesar de la no intervención directa de España en la Segunda Guerra Mundial, varios lugares de Aragón se convirtieron en el escenario de acción del espionaje de ambos bandos

La Estación de Canfranc, lugar de paso del espionaje en la Segunda Guerra Mundial.

Como si de una película de James Bond o de una novela de John le Carré se tratara, algunos lugares de Aragón fueron zona no solo de paso de espías, sino también como base para recabar informaciones por parte de los dos bandos que se enfrentaban en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Oficialmente, España no participó directamente en la guerra aunque no porque el dictador Francisco Franco no quisiera. Eso es lo que acabó por vender la propaganda franquista cuando años después se vio que la Alemania nazi y sus aliados tenían las de perder. Pero lo cierto es que Franco deseaba intervenir cuando se reunió con Adolf Hitler en Hendaya el 23 de octubre de 1940 en un escenario totalmente diferente en el que la Alemania nazi se había anexionado la mitad de Polonia, Dinamarca, Noruega, acababa de derrotar sin paliativos a Francia y tenía contra las cuerdas a Gran Bretaña.

En Hendaya, Hitler vino a buscar la alianza abierta con España no porque fuera un país poderoso, teniendo en cuenta que estaba destrozado tras salir de la larga, cruenta y triste guerra civil. Pero sí que era un país estratégico por dos cuestiones: su entrada en la guerra en favor de las potencias del Eje podía significar la conquista de Gibraltar y por lo tanto el cierre casi en la práctica del Mediterráneo a la poderosa flota británica, dando un paso más en la política de estrangular económicamente a los ingleses. Por otro lado, en Portugal y en España se encuentran algunas de las minas de wolframio más importantes de Europa, un mineral vital para la industria militar alemana que necesitaba un flujo constante de este material.

Pero finalmente, las altísimas exigencias de Franco que pedía buena parte del imperio colonial francés en África (y Hitler ya había prometido dárselo a la Italia del fascista Benito Mussolini), hicieron que el dictador alemán acabara por rechazar esa ayuda española, ya que consideraba que se le pedía demasiado con respecto a lo que podían aportar. Eso sí, la ayuda que Franco recibió para ganar la guerra civil había que devolverla, y de ahí que España enviara al frente ruso a la famosa División Azul. De ese modo, España no entró oficialmente en la Segunda Guerra Mundial, aunque Franco estableció el estatus de «país no beligerante». Es decir, que no era neutral, pues estaba abiertamente a favor de Alemania y sus aliados, pero no mantendría hostilidades contra el resto de potencias.

Las exigencias de Franco a Hitler para entrar en la guerra no fueron aceptadas por Alemania.

A pesar o gracias a esta no intervención directa, España se convirtió en uno de los escenarios principales del espionaje internacional para ambos bandos. Madrid fue el lugar en el que se centraban las operaciones de información y desinformación de ese espionaje además de las actividades de uno y otro bando que intentaban inclinar a España hacia un bando u otro. Pero hubo otros escenarios importantes como la estación internacional de Canfranc o la propia Zaragoza.

La estación oscense era de carácter internacional y a pesar de estar en suelo aragonés, parte de la estación estaba regida por las autoridades francesas con sus respectivos espacios, oficinas y aduana mientras en la otra mitad estaban las autoridades españolas. De ahí el enorme tamaño de la estación. Pero cuando Francia se rindió en 1940 ante la invasión alemana, la parte francesa de la estación de Canfranc fue controlada directamente por la Wermacht durante los años siguientes. A pesar de ello, la estación oscense fue una zona de paso de los espías de la resistencia francesa que pasaban allí a los espías aliados la información que recababan para que supieran qué lugares de la Francia ocupada por los alemanes debían ser bombardeados.

Wilhelm Canaris, jefe del espionaje de la Alamenia nazi, visitó varias veces Zaragoza.

Wilhelm Canaris, jefe del espionaje de la Alamenia nazi, visitó varias veces Zaragoza.

También Zaragoza fue escenario de toda esta actividad, viajando hasta allí en varias ocasiones hasta el jefe del espionaje nazi, el almirante Wilhelm Canaris. De hecho, hay testimonios de la época como por ejemplo el de Ángel Valverde, cónsul honorario británico en la capital aragonesa y que llegó a decir que «la proximidad de los alemanes en la frontera hizo que Zaragoza fuera un punto clave del espionaje internacional». Solo hay que poner en la mente los grandes cafés donde se daban las tertulias sociales en esa época, los principales hoteles y también los bajos fondos de la ciudad para imaginarse los escenarios en los que actuaron esos espías ávidos de información para la guerra en un juego de espionaje que parece de película pero que fue muy real.

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