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La excomunión de Enrique VIII

El proceso de nulidad del matrimonio entre el rey Enrique VIII de Inglaterra y su primera esposa, Catalina de Aragón, provocó el inicio de la Iglesia anglicana

Enrique VIII de Inglaterra, por Hans Holbein el Joven.

Enrique VIII de Inglaterra, por Hans Holbein el Joven. / SERGIO Martínez Gil HISTORIADOR Y CO-DIRECTOR DE HISTORIA DE ARAGÓN

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

El largo intento del rey Enrique VIII Tudor por intentar que el papado de Roma anulara su primer matrimonio para así poder casarse con su amante, Ana Bolena, habría hecho las delicias de toda la prensa del corazón de la actualidad. Fue de hecho tan importante que hasta se bautizó a este caso como «la cuestión real», y acabó provocando la ruptura de la Iglesia inglesa con Roma en un momento en el que las luchas de religión ya habían comenzado a sacudir a buena parte del continente europeo.

Recordemos que Catalina de Aragón, la hija más joven de los Reyes Católicos y una de las personas más cultas del momento, se casó en primera instancia con Arturo, hijo primogénito de Enrique VII de Inglaterra y por lo tanto heredero al trono. Era parte de la política de alianzas matrimoniales que habían preparado Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla para rodear y aislar totalmente a su gran enemiga: el reino de Francia. Pero el príncipe Arturo era un joven de salud enfermiza y murió al poco de contraer matrimonio con una Catalina que se quedó en Inglaterra a la espera de un nuevo destino, época en la que llegó a ser nombrada por sus padres embajadora oficial de la monarquía en Inglaterra, convirtiéndola en la primera mujer de la historia europea moderna en asumir dicho cargo.

Finalmente se acordó un nuevo matrimonio entre Catalina y el hermano pequeño de Arturo, es decir, el que sería Enrique VIII Tudor. Esta era una dinastía nueva en el trono inglés, pues había sido precisamente el padre de Enrique VIII quien había conseguido el trono tras años de conflictos y, por lo tanto, el perpetuar el linaje y asentar la dinastía era algo prioritario y un tema que obsesionó al monarca durante toda su vida. Pero con Catalina solo consiguió tener una hija que le sobreviviera, la futura María I, mientras que el rey estaba obsesionado con tener un hijo varón que no lograba conseguir con Catalina de Aragón pero que sí que había logrado con alguna de sus amantes.

Retrato de una Infanta Catalina de Aragón, c. 1496_141, por Juan de Flandes.

Retrato de una Infanta Catalina de Aragón, c. 1496, por Juan de Flandes. / Museo Thyssen- Bornemisza

Así, desde el año 1526 encargó secretamente que se empezaran los preparativos para realizar una petición formal a Roma solicitando la nulidad del matrimonio aduciendo, entre otras cosas, que Enrique se había casado con la esposa de su hermano Arturo y esto está prohibido en la Biblia. Esto se sabía perfectamente, pero como en su momento interesaba a todas las partes y Catalina aseguró no haber consumado el matrimonio con Arturo debido a la escasa salud de este, una bula papal declaró que Enrique y Catalina podían casarse. Ahora, el rey inglés hablaba de que Catalina había mentido y por ello Dios le castigaba no dándole un heredero varón.

Así comenzaron unas negociaciones entre Inglaterra y Roma que duraron años y en las que los pontífices fueron realmente dando largas al asunto, y es que al fin y al cabo el hombre más poderoso del momento, el emperador Carlos V de Habsburgo, era sobrino de Catalina de Aragón. Para complicarlo todo, las tropas imperiales habían atacado y saqueado la misma Roma en mayo de 1527, llegando a tener al mismo papa Clemente VII como prisionero. Evidentemente, el papado no quería contrariar más al emperador, y esto fue el suceso definitivo que motivó la negativa de Roma a concederle a Enrique VIII la nulidad. Pero para este, no había nadie salvo el mismo Dios que pudiera decirle lo que debía hacer. Enrique VIII era de hecho un convencido católico y llegó a escribir ataques contra las tesis de Martín Lutero que provocaron en esos años el surgimiento del protestantismo. Hasta el papado le había otorgado el título de Fidei defensor, es decir, «Defensor de la Fe», y que todavía hoy utilizan los monarcas ingleses.

El Papa Clemente VII, que excomulgó a Enrique VIII, en un rerato de Sebastiano del Piombo.

El Papa Clemente VII, que excomulgó a Enrique VIII, en un rerato de Sebastiano del Piombo. / The J. Paul Getty Museum

Pero el rey inglés no iba a dejar que le dijeran lo que podía hacer o no, y esa negativa por parte de Roma dio inicio al proceso de ruptura con Roma de la Iglesia inglesa, la cual empezó a controlar de forma directa la propia monarquía convirtiéndose de hecho el monarca en cabeza de la Iglesia anglicana como siguen siendo hoy en día, lo que acabaría motivando la mismísima excomunión de Enrique en 1533. A pesar de todo, Enrique consiguió que la nueva Iglesia anglicana declarara nulo su matrimonio con Catalina para así poder casarse con Ana Bolena. Pero como ya sabemos, tampoco fue este nuevo matrimonio un cuento de hadas.

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