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Zaragoza y la matanza de los valones

El 14 de mayo de 1643 se produjo una de las jornadas más sangrientas de la historia de Zaragoza

Vista de Zaragoza en 1647, por Juan Bautista Martínez del Mazo.

Vista de Zaragoza en 1647, por Juan Bautista Martínez del Mazo. / SERGIO Martínez Gil HISTORIADOR Y CO-DIRECTOR DE HISTORIA DE ARAGÓN

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

Uno de los episodios más curiosos y sangrientos de la historia de Zaragoza es a la vez uno de los menos conocidos. Hablamos de la matanza de los valones del año 1643. Y no es un error el escribir valones con «V» y no con «B». En primer lugar, hay que hablar de quiénes son los valones y qué hacían en aquella Zaragoza de mediados del siglo XVII. Son los habitantes de la región de Valonia, situada en la actual Bélgica y que en el siglo XVII pertenecía todavía al imperio de los Habsburgo de la Monarquía Hispánica. Generalmente eran de religión católica y de ahí que fueran fieles a la corona a diferencia de otras regiones como la famosa Flandes, donde proliferaron las diferentes reformas protestantes. Valonia participaba, como el resto de territorios de la Monarquía, con hombres para los ejércitos de los Habsburgo, siendo los valones reclutados entre los guerreros más aguerridos de la zona y siendo empleados en misiones de riesgo llamadas a encabezar asaltos o a cubrir retiradas.

En segundo lugar y una vez explicado quiénes eran, toca contar qué hacían varios centenares de estos soldados valones en la Zaragoza de 1643. Tras más de dos décadas de guerras, la Monarquía Hispánica se encontraba en 1640 en una situación de jaque luchando contra media Europa. Encontramos un imperio todavía poderoso, pero en bancarrota, con multitud de frentes abiertos y una sociedad diezmada y empobrecida por altos impuestos, hambrunas, sequías, pestes y bajas en los frentes de guerra. A partir del año 1640 proliferaron varias rebeliones contra el rey Felipe IV de Habsburgo como las de Portugal, Cataluña, Nápoles o la del duque de Medina Sidonia en Andalucía.

Una de esas rebeliones es la que más nos atañe en este caso sobre la matanza de valones en Zaragoza y que explica su presencia en la capital del Ebro. La guerra con la Francia del cardenal Richelieu y Luis XIII hace que la frontera pirenaica pase a ser un frente a proteger, por lo que los tercios son llevados a Cataluña. Estos tenían que ser mantenidos en muchas ocasiones a expensas del terreno y por lo tanto de la propia población, la cual sufría numerosos abusos por parte de los soldados y de las autoridades. Esta situación estalla en el Corpus de Sangre del 7 de junio de 1640 en Barcelona que acaba con el asesinato del mismísimo virrey y el inicio de la Rebelión de Cataluña o Guerra dels Segadors, que duró hasta la toma de Barcelona en 1652.

La Aljafería era sede de la inquisición, donde se refugiaron los valones.

La Aljafería era sede de la inquisición, donde se refugiaron los valones. / ANDREEA VORNICU

Es un conflicto realmente complejo que no entraré a explicar aquí, pero en el que dada la situación, las oligarquías catalanas acaban nombrando al Borbón Luis XIII de Francia como conde de Barcelona en detrimento de Felipe IV de Habsburgo. Con ello los ejércitos franceses entran en tropel en Cataluña abriendo a la Monarquía Hispánica un frente dentro de la misma península Ibérica. La caída de gran parte de Cataluña hace que el reino de Aragón se convierta en la nueva línea de frente e incluso Monzón cae en manos franco-catalanas en junio de 1642, dejando casi expedito el camino hacia Zaragoza. La situación de emergencia hace que lleguen los tercios al reino de Aragón y que ocurran situaciones similares a las que habían sucedido en la propia Cataluña mencionadas anteriormente. Y es aquí cuando entran los valones. La Monarquía necesitaba hombres para la guerra de allí donde pudiera sacarlos, así que se reclutan soldados en Valonia y en lugar de quedarse en Flandes como era habitual, son enviados a combatir a la península Ibérica llegando en 1643, siendo varios centenares destinados al frente aragonés.

En ese momento están de paso por Zaragoza unos trecientos valones que llegan en la víspera del Día de la Ascensión al mando de Felipe de Silva. Doscientos de ellos son acantonados en el Rabal y los cien restantes en distintos puntos de la ciudad. Unos valones que llegan a una Zaragoza cuya población se encuentra muy descontenta por la grave crisis económica y el fracaso de la campaña militar del año anterior en la que se perdió Monzón. Todo esto lo agravan unas fuertes inundaciones que habían roto tanto el Puente de Piedra como el Puente de Tablas dejando incomunicado, salvo por barca, el Rabal con el resto de la ciudad y, por tanto, a numerosos campos de labranza en los que trabajaba mucha gente y adonde no podían llegar.

En esas circunstancias de descontento general, los valones, que hacía tiempo que no recibían su paga, empiezan a asaltar huertos y propiedades de la margen izquierda del Ebro. Los zaragozanos comienzan a responder a los asaltos y a cruzar en alguna barca desde la ciudad hacia la zona, siendo arcabuceados por los soldados valones, que matan a cinco civiles. Esto hace que la furia de una ciudad ya de por sí cabreada se desate, comenzando la matanza de los valones. Estos se ven rápidamente en inferioridad y comienzan a refugiarse en iglesias y conventos como el de Jesús. A pesar de acogerse a sagrado, los zaragozanos lo asaltan y matan a diecisiete valones y hieren de gravedad a otros tantos.

Eso en la margen izquierda, porque en la misma ciudad la matanza se extiende también por iglesias, conventos como el de San Agustín y hasta en las mismas calles, tal y como presencia el propio arzobispo Pedro Apaolaza, testigo de cómo la gente asesinaba a una persona tan sólo por llevar un atuendo que consideraban «extranjero». Muchos de los valones, que recordemos eran considerados casi como tropa de élite, sólo se salvaron por refugiarse en lugares como la sede de la inquisición, situada en el palacio-fortaleza de la Aljafería. Tras varias horas de caos, la violencia terminó dejando más de ochenta valones muertos además de varios zaragozanos en una jornada sangrienta como pocas en la historia de la ciudad.

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