La localidad aragonesa de Utebo, enclavada en el área metropolitana de Zaragoza, ha estado en el candelero en las últimas décadas por estar entre las poblaciones españolas que más ha crecido proporcionalmente en población en España. Una localidad con comercio, industria, y un gran foco patrimonial como es su magnífica e impactante torre mudéjar de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. ¿Pero sabías que durante la Segunda República se presentó un proyecto que la iba a convertir en la nueva capital de España?

Tras las elecciones municipales del domingo 12 de abril de 1931 los resultados desembocaron en la proclamación, dos días después, de la Segunda República Española. Se presentaba un panorama de ilusión e incertidumbre a partes iguales, pero también de nuevos proyectos para crear una España diferente. Aquí es donde entra nuestro protagonista: el arquitecto menorquín Nicolau Rubió i Turdurí. Era un arquitecto muy fructífero cuya buena parte de su labor profesional la había desarrollado en Cataluña, participando por ejemplo en la organización de la Exposición Internacional de Barcelona de 1929. Uno de los iconos de esta expo fue una réplica de la ya mencionada torre mudéjar de Utebo, con la que Rubió se quedó en la cabeza y que hoy en día puede seguir viéndose en el llamado “Pueblo Español”, situado en Montjüic.

Y llegamos así a julio de 1931 en plena fase de ideas para estructurar aquella nueva república cuando Rubió presentó su idea: España necesitaba una nueva capital. Existía el planteamiento de construir un país con un modelo federal y, según las palabras del arquitecto, “la capital de España no podía seguir siendo una ciudad que llevaba 500 años acostumbrada al centralismo”, como era Madrid. Su idea era seguir planes como los realizados en Brasil, Australia y Estados Unidos, que habían edificado nuevas ciudades para que fueran sus capitales y estuvieran enfocadas exclusivamente a esa función. Ni industria, ni comercio, ni otro sector económico. Que fueran ciudades administrativas en las que vivieran funcionarios. Así nacieron Brasilia, Camberra y Washington D.C., capitales de Brasil, Australia y Estados Unidos respectivamente.

¿El lugar elegido? Utebo. Recordemos que Rubió había conocido este pueblo por esa réplica de su torre mudéjar. La idea era construir una nueva ciudad en un lugar simbólico al estar cerca del río Ebro, cuyo nombre dado en la antigüedad, Iber, había dado nombre a la península que habitamos. Y así presentó el proyecto de “Iberia”, pues así sería rebautizada Utebo. Una capital neutral, situada prácticamente a la misma distancia de algunos de los principales núcleos poblaciones y económicos como eran Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia y con la propia Zaragoza a un paso.

El plan que presentó estimaba una planificación urbanística moderna, con una ciudad habitada, como he comentado, tan sólo por funcionarios, con multitud de hoteles, sin industrias y que tuviera, como mucho, una población de unos 150.000 habitantes. Los planos de la ciudad dividían a esta en varios sectores: el residencial, el político, con subsectores dedicados a los poderes ejecutivo, judicial y administrativo y la zona de embajadas. Serían edificios altos, con grandes paseos y con la prohibición del uso del vehículo privado. Toda la movilidad se haría basada en el transporte público con una red de metro que conectaría la ciudad. Además, se iba a dotar a la nueva capital con su propio aeropuerto. Así sería la nueva capital del país.

El proyecto sorprendió, pero acabó en el olvido sobre todo por el estallido en 1936 de la Guerra Civil Española. Sin embargo, no deja de despertar algunos interrogantes. ¿No habría supuesto una complicación para su desarrollo el estar tan cercana a una Zaragoza que en esa época contaba ya con alrededor de 200.000 habitantes? ¿O habrían sido dos núcleos que se habrían complementado el uno al otro? Más allá de eso lo dejamos en la idea de la capital que nunca fue.