ENTENDER+ CON LA HISTORIA
El señorío de Albarracín
Durante buena parte de la Edad Media, Albarracín fue un territorio independiente tanto durante el dominio islámico como durante el cristiano

Panorámica de la localidadturolense de Albarracín. / SERGIO Martínez Gil HISTORIADOR Y CO-DIRECTOR DE HISTORIA DE ARAGÓN
La localidad turolense de Albarracín no sólo es que esté reconocida como uno de los pueblos más bonitos de España e incluso me atrevería a decir que de Europa. Es que además tiene una historia fascinante, especialmente durante buena parte de la Edad Media. Es bastante conocido el hecho de que llegó a formar su propio reino de taifa y que consiguió mantener su independencia durante casi un siglo a pesar de estar rodeada de poderosos vecinos, tanto musulmanes como cristianos. Este territorio, que no sólo comprendía la propia Albarracín sino también un territorio que llegaba por el norte hasta Calamocha, Gúdar al este y lo que sería la ciudad de Teruel hacia el sur, fue una de las primeras taifas en surgir tras la descomposición del otrora poderoso Califato de Córdoba.
Allí gobernaban desde hacía tiempo los Banú Razín, una familia procedente del norte de África que llegó a la península Ibérica prácticamente en los tiempos de la invasión islámica de comienzos del siglo VIII y que, tras un periodo en la capital cordobesa, acabaron asentándose en la sierra de Albarracín. Más tarde, y durante el primer tercio del siglo XI, el califato cordobés se acabó descomponiendo por sus propias luchas internas dando lugar al surgimiento de la primera oleada de reinos de taifa. Así, desde el año 1012 comenzó la historia de ese Albarracín independiente que supo hacer frente a otros reinos de taifa como los de Zaragoza, Valencia y Toledo, pero también al empuje de los leoneses y aragoneses e incluso a Rodrigo Díaz de Vivar.
Pero la llegada a al-Andalus de los almorávides del norte de África desde el año 1086 cambió el panorama durante décadas. Este imperio norteafricano acabó absorbiendo uno a uno a esos reinos taifales que habían entrado en decadencia hacía tiempo y que cada vez eran más incapaces de defenderse de los pujantes y agresivos reinos cristianos del norte. Así, en el año 1104 fue derrocado el efímero Yayha Husam ad-Dawla, el último de los tres reyes albarracinenses, siendo integrado su territorio dentro de ese Imperio almorávide. Pero este entró también en decadencia en los años siguientes, tanto por sus propias disputas internas en el norte de África como por las severas derrotas que les infligió en la península Ibérica Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y de Pamplona.

La plaza de Albarracín.
Casi a mitad del siglo XII el poder almorávide acabó disipándose y se produjo en territorio andalusí una gran revuelta, siendo aquí muy importante la figura de Muhámmad ibn Mardanis, rey de la nueva taifa de Murcia y conocido por los cristianos como «el rey Lobo». Este acabó dominando Murcia, Valencia y la propia Albarracín tras luchar contra los almorávides, pero también contra una nueva invasión norteafricana: los almohades. El rey Lobo luchó contra sus correligionarios e incluso tejió para ello alianzas con los cristianos, destacando en esta historia la figura de Pedro Ruiz de Azagra. Este era un noble navarro, señor de Estella, que no aceptó al sucesor del rey García Ramírez el Restaurador de Navarra. Por ello se acabó desnaturalizando y comenzó a luchar en favor del rey Lobo, quien como premio le acabó dando el gobierno de Albarracín en la década de 1160. Es ahí cuando se reinicia la historia de Albarracín como un territorio independiente pero, en esta ocasión, como un señorío cristiano. Azagra creó su propio obispado para remarcar su independencia, repobló la zona y cristianizó muy rápidamente sus nuevos dominios.
El expansionismo en la zona del rey Alfonso II de Aragón hizo que los Azagra marcaran su distanciamiento de la Corona de Aragón y que incluso estuvieran volcados en sus inicios a tener buenas relaciones con su otro vecino, el reino de Castilla. Pero al final, este señorío acabó arrinconado entre verdaderos gigantes, y con el paso del tiempo y los cambios de señor, Albarracín fue virando su área de acción hacia la Corona aragonesa, especialmente ya en el siglo XIII y durante el reinado de Jaime I el Conquistador. Sin embargo, las relaciones no siempre fueron fáciles e incluso Pedro Fernández de Azagra, tercer señor de Albarracín, llegó a ser asediado por un joven y todavía inexperto rey Jaime que acabó siendo humillado. Pero con el paso del tiempo se recondujeron las relaciones e incluso el Señorío de Albarracín participó de forma directa apoyando a las huestes de Jaime I en la conquista de Valencia.

Pedro III acabó ocupando el Señorío de Albarracín a finales del siglo XIII. / ANGEL DE CASTRO
Tras más de un siglo de independencia, la historia del Albarracín independiente tocó a su fin en el año 1284 cuando el señor albarracinense del momento conspiró contra Pedro III de Aragón. Este actuó rápidamente y ocupó militarmente el señorío, el cual cedió a uno de sus hijos ilegítimos. Sería ya en el año 1300 cuando Jaime II de Aragón incorporó el señorío al reino de Aragón, aunque siguió manteniendo hasta finales del siglo XVI sus propios privilegios y fueros diferentes a los del resto del reino aragonés.
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