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La traición que costó la conquista de Teruel

En el año 1363, y en mitad de la Guerra de los dos Pedros, la capital turolense fue tomada por Castilla

Portal de San Miguel o de la Traición.

Portal de San Miguel o de la Traición. / MURALLASDETERUEL.COM

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

Esta es una historia de guerra, asedios y traición que ocurrió en la ciudad de Teruel allá por el año 1363. Desde hacía muchísimo tiempo, las coronas de Aragón y de Castilla tenían varias cuentas pendientes, especialmente desde que Jaime II de Aragón aprovechara la situación de debilidad interna castellana durante el reinado de Fernando IV (1295-1312) para conquistar parte de la antigua taifa de Murcia, arrebatando así a los castellanos casi todo lo que hoy en día es la provincia de Alicante.

A mediados del siglo XIV reinaba en Castilla Pedro I, conocido con los apelativos de el Cruel y también el Justiciero, mientras que en la Corona de los Aragón gobernaba el que fuera uno de sus soberanos más importantes y longevos, Pedro IV el Ceremonioso. Como ambas partes se tenían ganas, tan solo era necesario un chispazo que fuera tomado como excusa para iniciar una guerra de consecuencias imprevisibles. Y ese chispazo llegó en el año 1356, cuando unas galeras de la Casa de Aragón apresaron en el puerto castellano de Sanlúcar de Barrameda a unas naves de Piacenza, aliada de la república de Génova que, a su vez, era mortal enemiga de la Corona de Aragón.

De esa forma se inició un largo conflicto en el que hubo varias fases e incluso alguna tregua de por medio. En principio Castilla tenía una importante superioridad de medios económicos y sobre todo demográficos con respecto a Aragón, pero Pedro IV siempre supo jugar bien sus bazas logrando alianzas internacionales o apoyando a Enrique de Trastámara, el hermanastro de Pedro de Castilla que a la postre acabaría arrebatándole el trono castellano dando inicio a una nueva dinastía.

Pedro IV el Ceremonioso

Pedro IV el Ceremonioso / EL PERIÓDICO

Durante aquella guerra la Corona de Aragón recibió durísimos golpes por parte de las armas castellanas, como fueron la conquista de ciudades clave como Tarazona, o especialmente Calatayud, que fue asediada durante el verano del año 1362 sin previa declaración de guerra. Un asedio en el que las fuentes nos hablan que el ejército castellano contaba con el tren de armas de asedio más grande jamás visto en toda la historia de los reinos hispánicos hasta entonces. Tras la caída de la ciudad bilbilitana, y mientras las tropas del rey Carlos II de Navarra, aliado del monarca castellano, atacaban las Altas Cinco Villas, tan solo Daroca y Teruel seguían manteniendo el frente del reino aragonés. Un frente que, en caso de acabar derrumbándose, habría puesto en peligro todo el valle medio del Ebro y la misma ciudad de Zaragoza, que ante el inminente peligro comenzó a reforzar sus murallas, viéndose parte de ellas todavía hoy en la calle Alonso de Aragón.

Y en esa situación llegamos a comienzos del año 1363. Los inicios del mes de marzo anunciaban poco a poco la mejora del tiempo, la próxima llegada de la primavera, y por lo tanto la mejor época para el desarrollo de la guerra. Por ello, el rey de Castilla preparó un gran ejército dispuesto a asestar el golpe definitivo ese año a la Corona de Aragón, marchando con sus tropas contra la misma ciudad de Teruel, cuyo asedio se inició el día 25 de ese mismo mes de marzo. Contaba con un tren de asedio de veinticuatro máquinas de guerra que durante las cinco semanas siguientes batieron las murallas y el mismo caserío turolense sin piedad alguna tanto de día como de noche.

Y en esas circunstancias Teruel resistía hasta que, en la noche del 3 de mayo, uno de los jueces de la ciudad, que había estado en tratos con el ejército asediante, les abrió el portal de San Miguel para que los castellanos entraran en la ciudad, tomaran su control, y evitar así que continuara la destrucción de la ciudad. Desde entonces, a ese portal, que todavía hoy se conserva, se le conoce como el portal de la traición. Teruel cayó en ese momento quedando en manos castellanas durante los años siguientes, y poniendo en jaque la defensa del reino aragonés. El propio Pedro IV castigó más tarde a la ciudad suspendiendo sus fueros y privilegios, hasta que finalmente y pasada la guerra acabó concediendo su perdón real. Una guerra que, a pesar de lo mal que pintaba a finales de la primavera y comienzos del verano de 1363, acabó con el derrocamiento del rey castellano, quien acabó siendo asesinado por su propio hermanastro por medio de una nueva traición.

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