HISTORIA DE LA CAPITAL

El desconocido pasado del puente de tablas de Zaragoza

Fue el único puente para cruzar de una orilla a otra del Ebro durante siglos

Imagen Vista de Zaragoza por Juan Martínez del Mazo. A la izquierda, el puente de tablas

Imagen Vista de Zaragoza por Juan Martínez del Mazo. A la izquierda, el puente de tablas / SERVICIO ESPECIAL

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

Si sumamos puentes, pasarelas peatonales, el azud, o puentes dedicados al tráfico ferroviario, el casco urbano de la ciudad de Zaragoza cuenta en la actualidad con once puentes que conectan las dos orillas del río Ebro, siendo la mayor parte de ellos construidos entre los siglos XX y lo que llevamos del XXI.

Sin embargo, durante muchos siglos tan solo existió un puente permanente que permitía atravesar de forma segura el cauce del río más caudaloso de la península ibérica. Si nos remontamos a la Antigüedad, cuando a finales del siglo I a.C. se refundó el poblado íbero de Salduie para convertirlo en toda una ciudad romana como fue Caesaraugusta, su casco urbano fue levantado en las décadas siguientes en la orilla más alta del río, es decir, en la margen derecha, para tratar de evitar los estragos que el río provocaba de vez en cuando al bajar grandes volúmenes de caudal. 

Aun así, esto no fue suficiente, y ya en época del emperador Tiberio, el sucesor de Augusto, hubo que elevar de forma artificial el nivel del suelo en las cercanías de la ribera, ya que las riadas habían seguido anegando buena parte de la ciudad y algunos de esos espacios principales como era el foro. En esa orilla, y conectado con el único punto de cierta altura que había en la margen izquierda y que hoy conforma el Rabal, parece que existió el que durante siglos fue el único puente de la ciudad.

Mucho más tarde, y seguramente utilizando parte de la estructura de época romana, las fuentes nos hablan de un puente en la Zaragoza islámica que estaría sustentado sobre pilastras de piedra sobre las que había un gran tablero de madera que permitía cruzar el río. Y es que esas fuentes nos cuentan que ese puente fue quemado en la primavera del año 1118 para complicar el asedio al que las tropas cristianas de Alfonso I el Batallador empezaron a someter a la ciudad, y que acabarían con su conquista a finales de ese mismo año. 

Los otros puentes de la época

Sin embargo, habrá que esperar hasta el siglo XV para que se construyera el actual Puente de Piedra. Una gran obra de ingeniería que, sin embargo, con el crecimiento de la ciudad, no sería capaz de absorber todo el tráfico de personas, carruajes y mercancías, y que tampoco se libraría de los daños causados por algunas de las grandes avenidas del río Ebro.

Por eso, apenas unos metros aguas abajo, se acabó levantando un segundo puente. Este arrancaba no muy lejos de la Puerta del Sol, situada junto al convento de las Canonesas del Santo Sepulcro, mientras que en la margen izquierda llegaba junto al Molino de la Sal, que todavía se conserva, pero rebautizado con el nombre de lo que fue el cercano y antiguo convento de San Lázaro. 

Así, mientras el Puente de Piedra se reservó para el tránsito de personas y caballerías, por el puente de tablas solían circular los vehículos de mayor carga con mercancías, que por supuesto pagaban un impuesto de pontaje para financiar el mantenimiento del mismo y también para otros menesteres.

Pero como decía, hubo algunas riadas que causaron auténticos estragos, siendo una de las más recordadas la de febrero del año 1643, pues dada la fuerza que alcanzó, acabó destruyendo tanto el puente de tablas como las arcadas centrales del de Piedra. Algo que se ve perfectamente en esa magistral pintura de Juan Bautista Martínez del Mazo que realizó en el año 1647 y cuyo original se encuentra hoy expuesto en el Museo del Prado. 

Fue un enorme problema, pues ambas orillas quedaron incomunicadas salvo por barca, lo que suponía que muchos jornaleros tuvieran muy complicado cruzar el río para poder ganarse la vida trabajando en los extensos latifundios situados en la margen izquierda, especialmente en el entorno del valle del río Gállego.

Reconstrucción

Una situación que provocó un enorme enfado social, y que fue uno de los motivos que provocaron ese mismo año de 1643 un terrible estallido de violencia popular en la conocida como «Matanza de los valones», cuando casi un centenar de soldados de Valonia que pasaban unos días por la ciudad fueron asesinados. Por ello, el puente de tablas fue reconstruido con bastante celeridad, reinaugurándose el 25 de noviembre del año 1644, mientras que el Puente de Piedra se reconstruyó bastantes años más tarde, entre 1657 y 1671, bajo la dirección del maestro de obras Felipe de Busignac. 

Mientras tanto, no fue la última vez que el puente de tablas sufrió daños importantes. Por ejemplo, en el año 1713 fue destruido por un incendio teniendo que ser de nuevo reconstruido. Esta nueva versión resistió hasta que una nueva riada se lo llevó por delante en 1775, volviéndose a levantar poco tiempo después hasta su definitiva destrucción, de nuevo por una riada, en 1801.

En las décadas siguientes hubo varios proyectos para volver a construirlo, pero el contexto de guerra primero, y la crisis económica después, lastraron la idea durante décadas y jamás volvió a construirse. Zaragoza contaría con un solo puente hasta que en 1870 se puso en funcionamiento el puente del ferrocarril de La Almozara, y ya en 1895 se construyó el Puente de Hierro o del Pilar.

Pero hace unos años, y con motivo de la Expo celebrada en Zaragoza en 2008, se desarrolló un proyecto que deja ver en la margen izquierda los cimientos de ese puente de tablas, a la par que se construyó en ese mismo lugar un mirador que ofrece una gran perspectiva del río y de la ciudad, y que sigue recordando a ese puente que tantos servicios y quebraderos de cabeza dio a la capital aragonesa. 

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