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El lado oscuro de La Aljafería: cuando se convirtió en sede de la inquisición en Aragón

El 12 de enero del año 1486, parte del palacio de la Aljafería se convirtió en sede de la inquisición en Aragón

Fachada principal de la Aljafería.

Fachada principal de la Aljafería. / Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

Zaragoza

Al palacio zaragozano de la Aljafería le sobran las presentaciones, pues es una joya del arte y la arquitectura conocida por todos y que tiene la declaración de patrimonio de la humanidad por la UNESCO, además de ser en la actualidad sede de las Cortes de Aragón. La historia de algunos de sus espacios es milenaria, y de hecho una visita a este gran monumento nos hace viajar en el tiempo por los últimos diez siglos de historia de la ciudad.

Desde el esplendor de la taifa zaragozana cuyos reyes llegaron a dominar casi todo el levante peninsular y a crear uno de los centros de cultura más importantes de Europa, pasando por las grandes reformas y ampliaciones que los monarcas del reino de Aragón desarrollaron. También fue un espacio que pasó de tener una función palaciega a tener un objetivo militar.

Especialmente desde finales del siglo XVI, cuando el rey Felipe I de Habsburgo (Felipe II en Castilla), ordenó que se fortificara el recinto para que hiciera las veces de fortaleza ante la amenaza de una nueva rebelión, como la que se produjo en el año 1591. Más tarde, y ya en tiempos del rey Carlos III de España, (1759-1788), la Aljafería fue convertida en cuartel militar, condición que mantuvo hasta el siglo XX con todas las transformaciones que ello provocó.

Pero hoy nos quedamos con una de esas múltiples piezas que componen el puzle de esta gran historia, pues un 12 de enero pero del año 1486 los Reyes Católicos, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla, cedieron una parte del palacio zaragozano para que sirviera como sede del por entonces recién creado tribunal de la inquisición en el reino de Aragón.

Es cierto que la inquisición no era algo nuevo y que ya existía desde hacía varios siglos, pero la creada por estos monarcas en la década de 1480 era algo totalmente diferente. Estaba directamente bajo el control de la monarquía y no de la Iglesia, siendo los soberanos quienes nombraban a los inquisidores principales, como fue el caso del famoso Torquemada en Castilla.

Además, estaba amoldada a las necesidades que tenían en ese momento, tanto religiosas como políticas que, al fin y al cabo, eran básicamente lo mismo. Por una parte, se estaba en pleno proceso de conquista del reino nazarí de Granada, y esperaban lograr tras ello numerosas conversiones de musulmanes al cristianismo. Pero también había muchos musulmanes en sus propios dominios a los que se llamaba “mudéjares”, a quienes se trababa también de convertir. Pero la gran cuestión era el tema de la importante comunidad judía.

Esta vivió a lo largo de los siglos diferentes periodos de bonanza o de mayor presión por parte de los cristianos, según cómo venían dadas. Pero desde mediados del siglo XIV su situación fue, por lo general, empeorando. Incluso a finales de ese siglo se produjeron violentísimos asaltos a juderías en la Corona de Aragón, especialmente en tierras catalanas. Esa violencia y la gran presión que se ejercía contra los judíos hizo que se produjera un goteo constante de conversiones, a los que se denomina “judeo-conversos”. Unas gentes que jamás se quitaron de encima la sospecha de si su conversión era realmente sincera o judaizaban en secreto. Ese fue el gran objetivo de la nueva inquisición creada e impulsada por los Reyes Católicos. Vigilar a aquellas gentes que se habían convertido al cristianismo y ver si realmente estaban comportándose “como era debido”.

Pero también había segundas intenciones en este tribunal, especialmente en los Estados que componían la Corona de Aragón, donde existían una serie de fueros que limitaban de una forma u otra el poder de la monarquía. Esto en ocasiones complicaba los intereses de los monarcas, y la inquisición se acabaría convirtiendo en un instrumento no solo religioso, sino también político, para poder sortear esos fueros.

El caso más famoso, pero ni mucho menos el único, fue el del exsecretario del rey Felipe, Antonio Pérez, que consiguió huir, refugiarse en el reino aragonés y acogerse al privilegio de manifestación. Esto, sobre el papel, hacía que el monarca no pudiera echarle el guante. Sin embargo, utilizó a la inquisición acusando a Pérez de ser un hereje, así como de sodomía para así poder saltarse los fueros aragoneses y a la autoridad del Justicia Mayor del reino de Aragón.

Por ello hubo no poca oposición por parte de las élites gobernantes aragonesas contra este tribunal, pues veían ya desde sus inicios la amenaza que podía suponer hacia sus privilegios y autoridad. Pero el asesinato en la Seo de Zaragoza del inquisidor Pedro Arbués el 17 de septiembre del año 1485 reforzó todavía más si cabe su instauración. Desde entonces, numerosos reos, o simplemente sospechosos de herejía, pasarían por aquellas temidas dependencias de la Aljafería, donde incluso se realizó también alguna ejecución por brujería a finales del siglo XV, aunque siendo estos casos realmente excepcionales. Sin duda esta es una hoja oscura de la historia de un lugar mágico, pero que hay que conocer y también entender en el contexto de su tiempo.

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