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El duende de Zaragoza, un misterio sobrenatural que nunca se resolvió

Se cumplen 90 años del final del primer caso mediático de Aragón sobre temas paranormales

La calle Gascón de Gotor de Zaragoza.

La calle Gascón de Gotor de Zaragoza. / Jaime Galindo

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

Hay que reconocer que las historias de sucesos paranormales siempre han tenido mucho tirón y que llaman mucho la atención, incluso a los que no somos aficionados al tema. Especialmente cuando alguno de estos sucesos se produce cerca de donde vivimos o en lugares que conocemos. Lo cierto es que las situaciones esotéricas y esos misterios insondables también han ido transformándose con el paso de los siglos, especialmente en época contemporánea dado que la ciencia ha podido dar explicaciones racionales a hechos que, de otro modo, no tienen cabida en nuestro mundo mental de lo que es normal y lo que no. 

En esta ocasión voy a dedicar este espacio a hablar del que fue el primer caso realmente mediático de sucesos paranormales que hubo en Aragón. De uno que, a día de hoy, y con la información de la que se dispone, sigue sin tener aparente solución, y que no solo puso a la capital aragonesa patas arriba, sino que incluso llamó la atención de uno de los tabloides más importantes de Reino Unido. Me refiero, por supuesto, a la historia del Duende de Zaragoza. Nos vamos a los días finales del mes de septiembre del año 1934. Zaragoza era una ciudad en pleno crecimiento y transformación urbanística y social, dado que, al haberse convertido en las décadas inmediatamente anteriores en uno de los focos industriales más importantes de España, esto atrajo a mucha gente de ese primer gran éxodo poblacional que hubo del campo a las ciudades. Empezaban a crearse nuevos barrios por todas partes, y la ciudad estaba a punto de llegar por primera vez a los 200.000 habitantes.

Además, la tensión social se palpaba en el ambiente, pues al triunfo en noviembre de 1933 en las elecciones de los partidos del centro y de la derecha le habían seguido los proyectos para derogar la legislación realizada por los partidos de izquierda durante los dos primeros años de la Segunda República. Algo que derivó en que algunos sectores buscaran derribar al Gobierno con una huelga general que devino en la famosa Revolución de Octubre de 1934. Apenas faltaban unos días para su estallido, pero Zaragoza estaba un poco «a otra cosa» desde el día 27 de septiembre. Y es que esa noche hizo por primera vez su aparición el Duende de Zaragoza. Durante la madrugada, algunos vecinos del edificio del número 2 de la calle Gascón de Gotor escucharon una risotada malvada que, sin duda no les dejó volver a conciliar el sueño durante el resto de esa noche. Pero de momento ahí quedó la cosa.

'Duendecitos', por Francisco de Goya. Museo del Prado

'Duendecitos', por Francisco de Goya. Museo del Prado / EL PERIÓDICO

Pasarían varias semanas hasta que, ya bien avanzado el mes de noviembre, aquella voz volviera a hacer acto de presencia. Esa mañana, la sirvienta de una de las viviendas del edificio, Pascuala Alcocer, estaba en la cocina dispuesta a comenzar una nueva y anodina jornada laboral e iba a encender el fuego del hornillo para preparar el desayuno. De repente, esas carcajadas nada halagüeñas volvieron a aparecer, seguidas por un lamento para después empezar a hablar: «¡Por lo que más quieras, no enciendas, que me quemas!».

Ante el consiguiente susto de Pascuala, los dueños de la casa y varios vecinos acudieron al piso a ver qué estaba sucediendo, pudiendo escuchar un nuevo lamento que salía de la hornilla y que dijo «¡Ay! Me haces daño», para después, al parecer, recitar el nombre de todos los presentes en ese momento en la cocina. El caso enseguida empezó a trascender y llegó a oídos de la prensa local y también de la Policía, que acudió, escéptica, al inmueble. Pero según los relatos de la época ellos también escucharon aquella voz, y buscando una explicación racional pensando que aquello podía ser alguna broma pesada, llamaron a un arquitecto para que buscara alguna conexión de ese horno con algún otro punto del edificio desde el cual alguien les estuviera jugando una mala pasada. El arquitecto empezó a tomar mediciones en la cocina, y la voz volvió a hacer acto de presencia diciendo la medida exacta que estaba tomando el arquitecto en ese mismo momento, lo que hizo que cundiera el pánico entre los presentes.

El caso se alargó semanas sin que nadie supiera muy bien qué estaba ocurriendo. Por allí pasaron albañiles, electricistas, médiums, y toda clase de gente. El juzgado estableció que el edificio fuera vigilado día y noche, tanto para evitar que los curiosos se agolparan o trataran de entrar en la propiedad como para evitar que el posible responsable pudiera escapar. Y ante tanto revuelo, el caso trascendió las fronteras y fue incluso publicado en el diario británico The Times. Pero finalmente, un buen día del año 1935, hace ya 90 años, aquella voz dejó de hacer acto de presencia. Nunca se supo muy bien qué había pasado, y no fueron pocos los que trataron de cargarle la culpa a Pascuala Alcocer, la criada que había escuchado por primera vez aquella voz, y que en una especie de fabuloso caso de ventriloquía que no tiene sentido, habría jugado aquella mala pasada a los vecinos, y dado cierto entretenimiento a los zaragozanos. Al final, el edificio acabó siendo derribado con los años, y hoy en su lugar se levanta otro inmueble que, en recuerdo a todo aquello, fue bautizado como «Edificio Duende».

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