Entender+ con la historia

Una coronación llena de polémica en Zaragoza

La coronación en la Seo de Zaragoza de la reina Sibila de Fortiá en 1381 fue una de las más polémicas de la historia

Sepulcro de la reina Sibila de Fortiá en la catedral de Barcelona (a la derecha).

Sepulcro de la reina Sibila de Fortiá en la catedral de Barcelona (a la derecha).

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

Las recreaciones históricas están de moda en los últimos años y se han convertido en una atracción de turismo de primer orden en la que están destacando cada vez más localidades aragonesas. Aunque siempre hay que tener en cuenta que no todo vale a la hora de hacer recreaciones, y que estas no deben ser solo un modo de atraer turismo, sino que deben mantener una gran rigurosidad para que sirvan también como una forma didáctica y visual de conocer un poco mejor el pasado.

Es cierto que Zaragoza ya celebra desde hace años recreaciones espectaculares como la de los Sitios napoleónicos, un fijo de éxito local, nacional e internacional. Pero ahora se apunta también a la época medieval para recrear por primera vez este fin de semana la ceremonia de coronación de los reyes de Aragón, y más concretamente la de Fernando I. Esta se celebró en el año 1414, casi dos años después de que este monarca de la dinastía castellana de los Trastámara fuera elegido en el Compromiso de Caspe como nuevo soberano de los Estados que componían la Corona de Aragón. Y, curiosamente, fue la última vez que se celebró. El resto de monarcas de este nuevo linaje dejó de realizar lo que ya era para entonces una tradición de la monarquía aragonesa y todo un acontecimiento que se veía pocas veces. ¿Pero en qué consistía?

Todo empezó cuando en el año 1204 Pedro II de Aragón viajó a Roma y fue coronado por el papa Inocencio III en el monasterio de San Pancracio. Al año siguiente, el pontífice concedió a la monarquía aragonesa una bula por la cual los descendientes del rey Pedro ya no tendrían que viajar hasta la Ciudad Eterna para ser coronados, sino que lo podían hacer en Aragón y bajo determinadas condiciones. Por ejemplo, que la ceremonia se celebrara en la ciudad de Zaragoza y en la Seo del Salvador, siendo dirigida por el arzobispo de Tarragona, por entonces el máximo cargo eclesiástico en la Corona de Aragón. Más tarde el oficio lo acabaría realizando el arzobispo de Zaragoza cuando esta diócesis ascendió desde la categoría de simple obispado a arzobispado.

Pedro IV el Ceremonioso. Colección Museo Nacional del Prado.

Pedro IV el Ceremonioso. / E. P.

A partir de entonces, y especialmente desde Pedro III el Grande, se fue desarrollando un gran ceremonial que ponía patas arriba las calles de la capital aragonesa. Pero si una persona fue importante para establecer punto por punto el cómo debía celebrarse el evento, esa fue Pedro IV el Ceremonioso. Un acto que se iniciaba en el palacio real de la Aljafería desde donde salía el monarca con todo su séquito. Desde ahí se adentraba en la ciudad recorriendo por la calle Predicadores todo el barrio de San Pablo, para luego adentrarse cada vez más en el sinuoso callejero zaragozano hasta llegar a la Seo, donde se realizaba el acto central. Mientras, en las calles todo era jolgorio, fiestas, banquetes y actos lúdicos.

Sin embargo, también fue durante el reinado de Pedro IV cuando se celebró una de las ceremonias de coronación más polémicas: la de su cuarta esposa, Sibila de Fortiá, como reina consorte. Sibila, que contaba con 31 años menos que el monarca, quedó viuda de su primer esposo para, tiempo después, empezar a ser la amante de un Pedro IV que quiso formalizar su relación casándose con ella. Pero debido a esta relación, el monarca comenzó a conceder numerosos beneficios, tierras, títulos y rentas a la familia de su nueva esposa, algo que sentó mal en la corte dado que, aunque Sibila provenía de una familia noble, esta no era precisamente de las más importantes.

Esta gran influencia que fueron cogiendo acabó desatando una auténtica y descarnada lucha por el poder y las influencias en la corte y que afectó incluso a la misma relación que Pedro IV tenía con sus hijos, con los que cada vez estaba más distanciado. Incluso se llegó a temer el estallido de una guerra civil abierta. Y esas tensiones se vieron de nuevo públicamente en la gran ceremonia que el rey le había organizado a su esposa para coronarla de forma solemne en la Seo de Zaragoza como reina consorte de Aragón. Un acto que se realizó el 30 de enero del año 1381, y a la cual los hijos del rey, tanto su heredero el infante Juan, como el hermano de este y también futuro rey Martín el Humano, decidieron no acudir como señal de protesta. La ruptura entre los miembros de la familia real era casi total, aunque también es cierto que los infantes Juan y Martín respondían así al hecho de que su padre no acudiera unos meses antes a la boda de su primogénito y heredero con Violante de Bar, una boda que el anciano monarca no aceptaba. Sin duda, aquella ceremonia de coronación de la reina Sibila fue todo un acontecimiento digno de recordar, pero también fue probablemente la ceremonia más tensa jamás celebrada en la capital del reino de Aragón.

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