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Los abusos de una expulsión
En el año 1610 fue decretada la expulsión de la población morisca del reino de Aragón

Embarque de moriscos en Valencia, por Pedro Oromig (1613).
Son varias las ocasiones en las que he hablado en esta sección de lo que fue la expulsión de los moriscos en el reino de Aragón a inicios del siglo XVII. Un drama humano que además también lo fue en lo demográfico y del que el territorio aragonés tardó muchísimo en poder recuperarse. Y aunque siempre se comenta ese drama que sufrieron miles de personas al verse expulsadas de la tierra en la que habían nacido y en la que estaban enterrados sus ancestros, otro tema es el cómo se llevó a cabo esa expulsión y los abusos que se produjeron por parte de aquellos que la dirigieron sobre el terreno.
Pero antes de ello, y para no dar nada por sentado, ¿quiénes eran los moriscos? Vayamos por orden. En el año 711 se produjo la invasión islámica desde el norte de África que acabó sometiendo en muy poco tiempo al reino de los visigodos. Con el paso del tiempo, la población preexistente fue en su mayoría convirtiéndose poco a poco al islam, salvo algunas comunidades de cristianos a los que se denominaba «mozárabes». Dando un salto en el tiempo, llegamos a los años en torno al 1118, en los que el rey Alfonso I el Batallador conquistó todo el valle medio del Ebro y más allá, poniendo fin a unos cuatro siglos de dominio islámico.
Muchos musulmanes decidieron abandonar sus tierras y marcharse hacia el sur, como el gran filósofo zaragozano Avempace. Pero otros se quedaron y mantuvieron su fe islámica, a los cuales desde entonces se empezó a llamar «mudéjares», que viene del árabe mudayyan (aquel a quien se deja quedarse). Una situación similar pasó en el resto de territorios peninsulares que fueron sometidos por los reinos cristianos hasta la definitiva conquista de Granada por los Reyes Católicos y que fue culminada en 1492. Ahí comenzó una fuerte política conjunta de la monarquía y la Iglesia para catequizar rápidamente a los recién conquistados y que estos se convirtieran voluntariamente al cristianismo. Sin embargo, las prisas, las presiones y los abusos, provocaron una importante rebelión que acabó con la conversión forzosa de los musulmanes en Castilla en el año 1502. A estas gentes, se les acabaría llamando de forma despectiva «moriscos». En la Corona de Aragón esa conversión forzosa de los mudéjares fue algo más tardía, aunque también acabó llegando. Si nos referimos al reino de Aragón, el decreto se hizo efectivo en enero de 1526 ya durante el reinado del emperador Carlos V, y la orden era muy clara: conversión o expulsión.

Recreación de la expulsión de los moriscos en Cortes de Pallás. / Miguel Ángel Montesinos / Levante-EMV
La mayoría se quedaron y se convirtieron, pero siempre hubo dudas por parte de los denominados «cristianos viejos» sobre si su conversión era realmente sincera, o si por el contrario seguían siendo musulmanes en sus casas. La presión siguió aumentando durante el reinado de Felipe II, al prohibirles el llevar sus vestimentas tradicionales, portar armas, etc. Además, muchos pensaban que los moriscos eran una especie de quinta columna que ayudaba a los piratas berberiscos a asolar las costas levantinas y que incluso ayudarían a los turcos del Imperio otomano a invadir las Españas.
Por todo ello, ya no era solo una cuestión religiosa, sino de seguridad, de modo que a inicios del siglo XVII se optó por una solución drástica: la expulsión. Tan solo en el reino de Aragón, que apenas sobrepasaba el medio millón de habitantes, fueron expulsadas entre 60.000 y 70.000 personas. Y el drama ya no era solo el tener que abandonar sus casas y tierras de toda la vida. Aunque la monarquía prohibió los abusos contra esta población durante el proceso de expulsión e incluso castigó duramente a aquellos que lo hicieron cuando se pudo demostrar, el abuso contra los más débiles fue tremendo. Se nombró a diferentes comisarios que estaban al mando de hombres armados para dirigir el proceso, y algunos de ellos vieron la oportunidad de lucrarse sacándoles el poco dinero que les quedaba a aquellas gentes. Y no solo a este lado de la frontera. También hubo franceses que buscaron sacar tajada de aquellos moriscos a los que se obligaba a cruzar los Pirineos para después embarcar en puertos como el de Marsella hacia el norte de África.
Lo curioso es que muchos moriscos aragoneses denunciaron esos abusos a los que fueron sometidos y se iniciaron por ello juicios que, en algunos casos, llegaron a ganar, como está demostrando el historiador Íñigo Bienzobas Gil. Pero lo que más llama la atención es que a pesar de haber moriscos castellanos, aragoneses, catalanes, y muy especialmente valencianos, la mayor parte de las denuncias provenían de aragoneses. ¿Por qué? Pues por estar más habituados a esos fueros que en muchos casos les habían protegido y, por tanto, tenían una mayor experiencia a la hora de litigar e incoar juicios ante determinadas circunstancias. Una nueva ocasión que nos muestra, sin caer en la utopía, lo avanzado del sistema político del reino aragonés.
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