Quién fue Marco Valerio Marcial, el poeta bilbilitano que asistió a la inauguración del Coliseo
Marcial fue testigo de una representación en el Anfiteatro Nuevo de la historia de Mucio Escévola

Fresco de Mucio Escévola, por Domenico Ghirlandaio en el Palazzo Vecchio de Florencia / SERVICIO ESPECIAL

Uno de los yacimientos arqueológicos de época romana más espectaculares que podemos visitar y conocer en Aragón es el de lo que fue el Municipium Augusta Bilbilis. Una ciudad de provincias, perteneciente al convento jurídico de Caesaraugusta, para que hiciera las veces de centro administrativo, negocios, judicial y político de la parte por la que discurre el río Jalón por las montañas del Sistema Ibérico. Una ciudad que estaba en un lugar muy complejo para ser urbanizado, e incluso podríamos decir que también algo incómodo para vivir, dados los enormes desniveles que tenía. Era una ciudad construida en terrazas, entre los cerros de Bámbola y San Paterno, y que se precipitaba por una pronunciada ladera hasta las mismas orillas del Jalón.
La ciudad probablemente se mantuvo allí y no fue bajada al llano, como sí que hicieron los árabes en el siglo VIII al fundar Calatayud, por el potencial propagandístico que una urbe construida a la romana podía alcanzar en semejante emplazamiento, siendo visible desde muchos kilómetros a la redonda. Además, quizás también fuera porque Roma se llevó bien con el pueblo celtíbero de los lusones, cuya capital estaba establecida en ese lugar. Sea como fuere, es un lugar donde, todavía dos milenios después, se sigue respirando mucha historia y que es muy recomendable visitar.
Pero, además, allí nació uno de los poetas más importantes de la Antigua Roma y que nos ha dejado con su obra una enorme información con sus famosos Epigramas. Especialmente, y gracias a su obra, tenemos un esbozo diferente de cómo era la sociedad de una Roma a la que emigró para buscar fortuna desde su ciudad natal, y para tratar de ganarse la vida con sus escritos. Hay que reconocer que quizás a mucha gente le habría gustado ser amigo suyo en aquella época, pero lo que seguro que no habría querido nadie era ser su enemigo.
Su más que incisiva pluma no dejaba títere con cabeza, haciendo una crítica mordaz a numerosos aspectos de la vida en la ciudad eterna. Tan pronto te hablaba de un señor que daba la brasa todos los días en las letrinas públicas hasta conseguir que alguien le invitara a cenar aquella noche, como que desde que se había ido a vivir a la «capital del mundo» apenas lograba pegar ojo, dado el traqueteo de los carruajes que tenían que hacer su trabajo por la noche porque tenían prohibido circular de día.
Inauguración del Coliseo
Pero de lo que también nos da información Marcial es de la inauguración de uno de los edificios de la Antigua Roma que todavía hoy en día siguen fascinando a tanta gente: el Coliseo. Reconozcámoslo. Cuando pensamos o hablamos de la Antigua Roma, una de las imágenes que se nos pasan por la cabeza es la del Anfiteatro Nuevo, como realmente se le llamó, o después Anfiteatro Flavio, dado que fue construido durante el reinado de esta segunda dinastía de emperadores que rigió Roma entre los años 69 y 96 d.C.
Fue Vespasiano, quien había logrado el poder tras vencer en la guerra civil que se desató tras la muerte de Nerón, quien ordenó su construcción, comenzada a inicios de la década de los años 70. Sin embargo, sería su hijo y sucesor, el emperador Tito, quien lo inauguró en el año 80 con nada más y nada menos que 100 días de juegos circenses. Más de tres meses de espectáculos, por llamarlos de alguna manera, que supusieron un coste económico (y también humano y de animales) tremendo.
El bilbilitano Marcial nos cuenta que pudo acudir a varias de esas sesiones con las que Tito quería contentar a una plebe que, probablemente, estaba algo mosca. Y es que nada más subir el emperador al poder varias ciudades habían sido destruidas por la erupción del Monte Vesubio. En el mismo año de la inauguración se produjo también un importante incendio en la misma Roma que destruyó o dañó numerosos edificios.
Había pues, que dar espectáculo para tratar de hacer olvidar las penas. Y ya que los espectáculos eran sangrientos, al menos que sean didácticos, debieron pensar los organizadores. A los romanos les encantaba ver representados algunos de sus mitos más famosos. Y no solo hablo de dioses, que también. Sino de momentos envueltos más de leyenda que de historia, pero que para muchos romanos ocurrieron de verdad en su historia más arcaica. Así, Marcial fue testigo de una representación en el Coliseo de la historia de Mucio Escévola.
Tradición
Según la tradición, el ya depuesto último rey de Roma, Tarquinio el Soberbio, buscó la ayuda del rey etrusco Lars Porsena para recuperar su trono. Porsena asedió la ciudad, la cual estaba en las últimas cuando un joven patricio llamado Mucio Escévola se ofreció para infiltrarse en el campamento enemigo y asesinar al rey etrusco.
Sin embargo, se equivocó y mató a otra persona, siendo después detenido y llevado ante el monarca. Pero Escévola no se achantó, y dijo que igual que él, había cientos de jóvenes romanos dispuestos a asesinarle, y para demostrarlo juró que aquello era verdad y puso su mano en el fuego sin emitir un solo gemido mientras esta se carbonizaba.
Porsena, sorprendido y asustado, levantó el asedio y Roma se salvó. Una Roma que, en el año 80 d.C., vio cómo un pobre prisionero fue obligado a representar ante miles de personas en el Coliseo el papel de Escévola, dejándose carbonizar su mano. Algo que nos cuenta Marcial, admirado por el forzado «actor», aunque diciendo también que era eso, o ser quemado por completo. Están locos estos romanos.
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