¿Cómo fueron los últimos años de Catalina de Aragón?

Un día como hoy de 1534, el papa Clemente VII excomulgaba al rey Enrique VIII de Inglaterra por autodivorciarse de la hija pequeña de los Reyes Católicos

Catalina de Aragón.

Catalina de Aragón.

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

Un día como hoy, 23 de marzo, pero del año 1534, el papa Clemente VII anunció de forma pública que excomulgaba al rey Enrique VIII de Inglaterra por haberse autodivorciado de su esposa, Catalina de Aragón, para poder casarse con Ana Bolena. Del caso de Catalina ya he escrito en varias ocasiones en esta sección en los últimos años para intentar dejar un poso diferente sobre su historia personal. Y es que casi siempre suele pasar que la imagen pública que ha quedado sobre ella es la de una pobre mujer que fue injustamente tratada por el que era su marido, casi obviando todas las situaciones que tuvo que vivir en Inglaterra prácticamente desde que llegó allí cuando apenas tenía 15 años de edad.

Catalina de Aragón fue, como hija más pequeña de los Reyes Católicos, el último eslabón de su política matrimonial para cerrar una serie de alianzas que dejaran a Francia aislada políticamente. Por ello fue prometida en matrimonio con el por entonces príncipe de Gales, Arturo Tudor, con quien se casó en 1501. Pero a los pocos meses quedó viuda, en un reino extranjero, y en una situación que como poco era delicada. Sus padres la querían de vuelta, su suegro no quería devolverla, pues con ella también tendría que entregar la suculenta dote que había recibido. Incluso intentó ser él quien se casara con ella, algo a lo que los Reyes Católicos se negaron con rotundidad. Durante esos años, el rey Enrique VII trató de forzar la situación incluso retirando parte de los fondos que asignaba a Catalina para su manutención. Mientras tanto, sus padres la convirtieron en la primera mujer en ser embajadora de forma oficial y permanente ante una corte extranjera.

Al final, la solución fue casarla con el que hasta entonces había sido su cuñado y que era el nuevo príncipe de Gales y futuro rey Enrique VIII de Inglaterra. Pero, eso sí, para ello Catalina tuvo que jurar que nunca llegó a consumar su matrimonio con Arturo, pues las sagradas escrituras prohíben desposar a la viuda de un hermano. Catalina fue coronada como reina de Inglaterra en la abadía de Westminster el 24 de junio de 1509, y en los años siguientes tuvo una importancia política fundamental, llegando a ejercer la regencia mientras Enrique se marchó a guerrear a Francia. Incluso Catalina tuvo que afrontar una invasión escocesa en el norte que logró repeler de forma victoriosa. Como se puede ver, Catalina fue mucho más que aquella mujer abandonada a su suerte y que destacó en su propia defensa en el paripé que montó su marido para tratar de conseguir una anulación del matrimonio por parte de Roma que nunca llegó. ¿Pero cómo fueron sus últimos años de vida?

Ella siempre se negó a considerarse divorciada, pues de hecho la anulación que Enrique había conseguido fue concedida por la Iglesia inglesa, la cual se había separado de la obediencia a Roma aprovechando la situación de ruptura en buena parte de Europa con el protestantismo. Siempre mantuvo que ella nunca había consumado su matrimonio con Arturo debido a la salud enfermiza de este y que le llevó a la muerte apenas unos meses después de casarse, y que por tanto este argumento no se podía usar para anular el casamiento. Aun así, el arzobispo de Canterbury, Thomas Cranmer, al servicio de los intereses del monarca, declaró nulo el enlace, y Catalina dejó de ser oficialmente reina de Inglaterra pasando a tener el simple título de princesa viuda de Gales.

Catalina fue expulsada de la corte instalándose en el castillo de More, aunque en 1535 fue enviada a la que sería su última morada, el castillo de Kimbolton, donde sus criados siguieron utilizando con ella el tratamiento de reina. Allí pasó sus últimos meses de vida rezando constantemente, comiendo poco, y consumiéndose a ojos vista. Algo que se agravó al prohibirle Enrique a Catalina que pudiera reunirse con su hija María Tudor, pudiendo comunicarse entre ellas solo por carta y de forma clandestina. En los últimos días del año 1535, su salud empeoró notablemente, acudiendo a cuidarla su amiga y dama de compañía María de Salinas, quien la había acompañado a Inglaterra allá por el año 1501.

Según se relató después, María encontró a una Catalina que apenas podía comer ni casi estar bien tumbada en su lecho. Pero gracias a sus cuidados pudo recuperar parte del buen ánimo, hasta que finalmente, el 7 de enero de 1536, Catalina de Aragón falleció a los 50 años. Desde el primer momento corrieron no pocos rumores de que su muerte se debió a que fue envenenada, o bien por Ana Bolena o incluso por el rey. De hecho, Enrique no acudió al entierro en la catedral de Peterborough ni tampoco le permitió a su hija María que fuera a despedirse de su propia madre. Aun así, parecen más una serie de bulos, y todo parece indicar que Catalina falleció de cáncer.

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