El reducto del Pilar: el pasado de los populares cañones de la Glorieta Sasera de Zaragoza

Fue uno de los enclaves defensivos más importantes del Segundo Sitio de Zaragoza

Imagen Los Sitios de Zaragoza

Imagen Los Sitios de Zaragoza / SERVICIO ESPECIAL

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

¿Quién no ha quedado alguna vez con alguien en los famosos cañones de Glorieta Sasera de Zaragoza, justo a la entrada de un reconocido centro comercial? Unos cañones que forman parte de todo un memorial monumental a lo que allí ocurrió durante el Segundo Sitio que sufrió la capital aragonesa entre finales de diciembre de 1808 y el 21 de febrero de 1809.

Obviamente la zona ha cambiado profundamente, hasta tal punto que ningún zaragozano de los que vivió aquella época sería capaz de reconocerlo. Y ya no lo digo solo por el cambio urbanístico de una zona que por entonces marcaba el final de la urbe. Y es que seguramente lo que nos preguntarían sería, «¿dónde está el río Huerva?». Porque recordemos que, aunque no lo veamos, y como bien nos recordaron las obras del tranvía hace unos años, la Gran Vía, la plaza Basilio Paraíso y el Paseo de la Constitución, marcan perfectamente el cauce del río que sigue discurriendo por debajo.

Si nos vamos a inicios del siglo XIX justo allí, en el entorno de la plaza Paraíso, se encontraba el puente de Santa Engracia que permitía cruzar el cauce del río. Un río que en cierta medida sirvió como foso defensivo de parte del casco urbano a la llegada de las tropas napoleónicas para intentar tomar el control de una ciudad levantada en armas a las órdenes del nuevo capitán general de Aragón, José de Palafox. El primer asedio, y sorprendentemente para propios y extraños ya que nadie esperaba que una ciudad sin defensas dignas de ese nombre y sin apenas tropa regular lograra resistir, se alargó durante buena parte del verano del año 1808. Al final, a mediados de agosto, al ver que la ciudad seguía resistiendo, y al llegar las noticias de la derrota francesa en la Batalla de Bailén y la próxima llegada de refuerzos, los franceses levantaron el asedio y se replegaron hacia Pamplona.

Llegada de Napoleón

En los meses siguientes muchos pensaban incluso que el ejército español sería capaz de expulsar totalmente al invasor francés e incluso de iniciar una invasión sobre la misma Francia. Pero en noviembre llegó un huracán llamado Napoleón que barrió a las fuerzas españolas en la Batalla de Tudela y esfumó todos esos proyectos.

Ante esto, la ya famosa e invicta Zaragoza adquirió aún mayor importancia como bastión frente al enemigo, y la ciudad estaba ya preparándose para un más que probable nuevo asedio. Y ahí volvía a estar un José de Palafox que encargó al ingeniero militar oscense Antonio Sangenís que se pusiera al frente para crear unas nuevas defensas para la ciudad.

No hubo mucho tiempo para lograrlo, pero uno de los enclaves que destacaron más en la defensa del Segundo Sitio fue precisamente el conocido como «Reducto del Pilar», situado al sur del río Huerva para lograr controlar ese puente de Santa Engracia que se situaba en las cercanías de esa Glorieta Sasera donde tantas veces han quedado la inmensa mayoría de zaragozanos. Era, al fin y al cabo, el punto más débil de la defensa en la zona sur de Zaragoza, y hasta el mismo Napoleón lo había señalado en los mapas como uno de los puntos clave a atacar.

Esta nueva posición fortificada no solo estaba dirigida a defender ese punto concreto, sino que además podía hacer desde allí fuego cruzado con las baterías de cañones instalados en el Monasterio de San José. El recinto tenía una forma pentagonal y, al ser construido con prisas y con escaso presupuesto fue levantado en adobe, siendo además rodeado por un foso de unos tres metros de profundidad. Cuando se anunció la llegada de las tropas napoleónicas ya bien avanzado diciembre de 1808, unos 400 hombres con ocho piezas de artillería fueron destinados a defender la posición, donde se puso un rótulo con el lema «Reducto de la Virgen del Pilar inconquistable por tan sagrado nombre. ¡Zaragozanos, morir por la patria o vencer!».

El ataque principal de artillería francesa sobre la posición comenzó el 9 de enero de 1809, con más de 100 piezas de artillería abriendo fuego sobre este y otros bastiones, especialmente conventos y monasterios como el ya mencionado de San José convertidos en improvisadas fortalezas. Tras no pocas bajas y combates, el 12 de enero cayó la posición de San José, perdiendo el Reducto del Pilar su principal apoyo. El bombardeo continuó los dos días siguientes, quedando ya esos muros de adobe casi totalmente desmoronados y haciendo impracticable la defensa del mismo, y más teniendo en cuenta que buena parte de los defensores habían sido ya diezmados. Así, en la noche del 14 de enero, y ante el asalto francés, la posición fue finalmente abandonada con los últimos defensores evacuando el lugar y volando el puente sobre el río Huerva para intentar retrasar el avance francés.

En recuerdo de todo lo sucedido en ese lugar se levantó un primer monumento con un gran obelisco diseñado por el arquitecto municipal Ricardo Magdalena y que fue inaugurado con pompa en 1909 en el marco de las conmemoraciones del primer centenario de los Sitios. Sin embargo, el monumento fue desmontado posteriormente y sustituido por el actual. ¿Y qué pasó con el primer monumento? Pues se le perdió la pista durante décadas hasta que con las obras de los antiguos depósitos de Torrero se identificaron varias de las piezas del mismo en muy mal estado y que para nada recuerdan a ese bello monumento ideado por una de las mejores mentes arquitectónicas que ha tenido esta ciudad. 

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