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La batalla de Valtierra

El enfrentamiento librado en 1110 entre las tropas de Alfonso I el Batallador y las de Ahmed Ibn Yusuf Al-Mustaín cambió la historia medieval del valle del Ebro

Alfonso I, por Francisco Pradilla

Alfonso I, por Francisco Pradilla

Sergio Martínez Gil

Sergio Martínez Gil

Hay numerosas figuras del pasado y hechos históricos que, a pesar de haber tenido una enorme importancia histórica y profundas consecuencias, han quedado sumidas en el olvido. En cuanto a hechos históricos, y más si nos vamos a los enfrentamientos bélicos,  me viene a la cabeza la Batalla de Cutanda, librada a inicios del verano del año 1120 por las tropas de Alfonso I el Batallador contra las del Imperio almorávide. Esta fue una de las batallas más importantes para la conquista cristiana de Al-Andalus, teniendo a cierto nivel unas consecuencias casi tan importantes como la famosa Batalla de las Navas de Tolosa. En cambio, solo en los últimos años se ha empezado a dar a conocer algo más entre el gran público esta batalla de Cutanda que había quedado sumida en las brumas del tiempo durante siglos a pesar de su trascendencia.

Esto me lleva a hablar de otra de esas batallas olvidadas pero que fueron fundamentales para sus protagonistas. Y esa fue la Batalla de Valtierra, librada el 24 de enero del año 1110 entre las tropas de Alfonso I el Batallador, que en ese momento era rey de Aragón, Pamplona y León, y las de Ahmed Ibn Yusuf Al-Mustaín II, monarca de la taifa de Zaragoza. El reino saraqustí, de casi un siglo de existencia por entonces, llegó a tener un corto pero imponente periodo de auge, tanto político como cultural. Y es que entre las décadas de 1060 y 1070 llegó a controlar, ya fuera de forma directa o indirecta, todo el valle medio del Ebro, la costa levantina desde Tortosa hasta Denia, e incluso llegó a ejercer su protectorado sobre las islas Baleares.

Casi un cuarto de siglo en el trono

Pero tras los reinados de Al-Muqtádir (1046-1081) y Al-Mutamán (1081-1085), le tocó el turno a uno de los protagonistas de esta historia, el ya mencionado Al-Mustaín II, quien estuvo en el trono zaragozano durante casi un cuarto de siglo, tratando de mantener a duras penas un reino que estaba cada vez más amenazado. Tanto por el por entonces cada vez más pujante reino de Aragón, como también por el Imperio almorávide, que a esas alturas ya había sometido a casi todas las taifas andalusíes y que, en apariencia, ofrecían una mayor protección frente al avance de los cristianos hacia el sur.

Por otro lado, tenemos al otro gran protagonista, el rey Alfonso I el Batallador, quien había sucedido en el año 1104 a su hermano Pedro I como rey tanto de Aragón como de Pamplona. Además, se da la circunstancia que el monarca seguía soltero para el año 1108, cuando los ejércitos de un ya achacoso Alfonso VI de León fueron derrotados por los almorávides en la Batalla de Uclés. Pero lo peor ya no fue esa derrota, sino que además su único hijo y heredero varón, el infante Sancho, murió en la batalla. Por eso su hermana Urraca se convirtió en la nueva heredera, pero en aquella situación de emergencia militar su padre buscó casarla con un ya consagrado caudillo.

Azote de los musulmanes

Y a esas alturas, el único que llevaba años logrando victorias frente a los musulmanes era precisamente el rey de Aragón. Por eso Alfonso el Batallador y Urraca se casaron en octubre del año 1109, y el aragonés se convirtió entonces también en rey de León. De forma inmediata comenzó a dar cargos, rentas y títulos a aragoneses y navarros, lo que provocó un enorme malestar entre la nobleza de León y también en la gallega. Tanto fue así que apenas se acababa de casar con Urraca cuando tuvo noticias de una rebelión en la zona de Lugo liderada por Gelmírez, arzobispo de Compostela y otros nobles de la zona. El rey aragonés acudió a aplastarla con toda su fuerza, algo que logró, e inició después una dura represión.

Y fue ahí cuando Al-Mustaín II, rey de Zaragoza, vio la oportunidad de encabezar un ataque contra los cristianos aprovechando que el Batallador se encontraba muy ocupado al otro extremo de la península. Así, inició una aceifa dirigida a atacar el sur del reino de Pamplona llegando hasta las inmediaciones de Olite, y con la que se dedicaron a saquear todo lo que pudieron durante varias semanas a caballo entre finales de 1109 y enero de 1110. Al final, era una forma en la que rey zaragozano buscaba sacar algo de músculo y conseguir prestigio, especialmente hacia sus propios súbditos, pues las pérdidas durante su reinado de plazas como Huesca, Barbastro, Monzón o Balaguer habían hecho una gran mella.

Por sorpresa

Pero ante la sorpresa de todos, en cuanto Alfonso recibió la noticia del ataque en el valle del Ebro estando él en Galicia, enseguida encabezó a sus tropas y en unos pocos días atravesó la península hasta alcanzar al ejército saraqustí, que ya se estaba retirando con todo el botín logrado. El rey Al-Mustaín y sus tropas fueron cogidos por sorpresa junto a Valtierra, sufriendo una tremenda derrota en la que el propio monarca zaragozano cayó muerto. Esta debacle fue la definitiva para la dinastía de los Banu Hud y para la propia monarquía zaragozana, pues aunque su hijo Abd al-Malik ascendió al trono, fue derrocado por sus propios súbditos apenas unos meses más tarde para entregar la ciudad y su reino al Imperio almorávide en busca de protección. Fue el fin de una de las taifas más importantes de Al-Andalus, aunque habría que esperar unos años más hasta la conquista cristiana definitiva.

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