Las presas romanas de Aragón, prodigios de la ingeniería
En nuestro territorio destacan las de Muel y Almonacid de la Cuba, que siguen resistiendo a día de hoy grandes episodios de lluvias

Presa de Almonacid de la Cuba. / Wikimedia
El uso de agua es y ha sido a lo largo de la historia del ser humano algo fundamental para su supervivencia, especialmente desde la revolución Neolítica que llevó a la sedentarización con la creación de poblados y ciudades de mayor o menor tamaño. El abastecimiento de cualquier núcleo urbano era algo clave, y por ello era algo que marcaba la elección a la hora de establecerse en un punto u otro de la geografía, tanto para la vida cotidiana, como también en caso de recibir un ataque o asedio. Por supuesto esto ha sido inherente a la gran mayoría, por no decir todas, de las culturas y civilizaciones en todo el mundo. Pero desde luego si hubo una que destacó en cuanto a los avances técnicos y de ingeniería hidráulica, esa fue la Antigua Roma.
Con el paso de los siglos dentro de su dilatada historia, los romanos fueron perfeccionando su destreza a la hora de abastecer sus ciudades, creando costosos sistemas de cloacas para evacuar el agua sobrante, así como los deshechos propios de cualquier acumulación de población por pequeña que fuera. Cualquier núcleo urbano disponía de numerosas fuentes públicas donde la mayoría de la gente conseguía agua para su propio consumo, el de los animales, y para las distintas tareas domésticas. Incluso un puñado de gente, por supuesto muy adinerada y que suponía un pequeñísimo porcentaje de la población, podía incluso permitirse el tener agua corriente en sus espectaculares domus. Un abastecimiento que se realizaba en la mayoría de las ocasiones con esos increíbles acueductos, como los que vemos en el yacimiento de Los Bañales en las Cinco Villas, o el de Albarracín-Cella.
Un prodigio de la ingeniería romana que fue evolucionando desde la construcción, a finales del siglo IV a.C., del primer acueducto que tuvo la misma ciudad de Roma, el Aqua Appia, llamado así por ser impulsado por el censor Apio Claudio Ceco. En muchas ocasiones, esa agua se llevaba desde decenas de kilómetros, tratando siempre que fuera de la máxima calidad posible, incluso descartando el uso de cursos de agua que se tenían más a mano, pero cuyas aguas eran mucho peores. Ese era por ejemplo el caso de Caesaraugusta, la Zaragoza romana, que a pesar de estar construida a orillas del río Ebro, se descartó su uso para el consumo dada la característica turbidez de sus aguas, trayéndose la que se consumía en la ciudad desde otros lugares más lejanos.
Pero si en el actual Aragón destacan otras obras de la ingeniería romana, estas son las espectaculares presas de Muel y de Almonacid de la Cuba. Al fin y al cabo, este territorio nunca ha sido en su mayor parte especialmente fecundo en lo que al líquido elemento se refiere. Sin ir más lejos, es aquí donde encontramos gracias a los Bronces de Botorrita, en cuyo término municipal estuvo la ciudad de origen celtíbero de Contrebia Belaiska, el litigio sobre uso de aguas más antiguo del mundo que se conoce, y que enfrentó a las ciudades de Salduie (la Zaragoza íbera), y Alaún (Alagón).
En el caso de la presa de Muel, situada al sur de Zaragoza, era una presa de gravedad construida en opus quadratum y que alcanza hasta más de once metros de anchura en su base. Se trata de uno de los ejemplos de ingeniería hidráulica más importantes de lo que fue la Hispania romana, datada entre finales del siglo I a.C. y comienzos del I d.C., en pleno reinado del emperador Augusto. Las marcas de cantería muestran que en su construcción participaron soldados de las legiones IV, VI Victrix y la X Gémina, las cuales también tuvieron un papel fundamental en la fundación de Caesaraugusta. Su situación geográfica, y la participación de estas legiones, indican que la presa estaba relacionada con el abastecimiento de agua a Caesaraugusta, ya fuera para consumo humano, para uso agrícola, o ambas.
Por si fuera poco, en Almonacid de la Cuba también podemos admirar la presa romana más alta conservada de todo el Imperio romano. Construida también entre los reinados de Augusto y su sucesor Tiberio, su altura máxima llega a los treinta y cuatro metros, contando con más de cien metros de largo asentados sobre la misma roca utilizando el famoso y resistente opus caementicium romano revestido con sillares de piedra. Controla el cauce del río Aguasvivas, y la calidad de su construcción es tal que todavía hoy, dos mil años después de ser levantada, sigue resistiendo la fuerza del agua, tal y como hemos sido testigos hace poco con las destructivas lluvias de hace unos días, o las que produjeron también la DANA de Valencia de finales del pasado mes de octubre. En este caso, esta enorme presa también estaría quizás relacionada con parte del convento caesaraugustano, pero probablemente también con las tierras agrícolas que estaban en la margen derecha de la cuenca del Ebro y que llegaban hasta la Colonia Victrix Iulia Lepida Celsa, la primera urbe con estatuto de colonia romana que hubo en el valle medio del Ebro, y cuyas ruinas se encuentran en el término municipal de Velilla de Ebro. Sin duda, los casos de Muel y Almonacid de la Cuba son claros ejemplos de que la de la Antigua Roma era una cultura que veneraba el agua.
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