La guerra que forjó la boda entre los Reyes Católicos
El 19 de octubre de 1469 se casaron Fernando de Aragón e Isabel de Castilla

Azulejo de la plaza de España de Sevilla que representa la boda de los Reyes Católicos en Valladolid. / Wikimedia
Hoy se cumplen 556 años de una de esas bodas que cambian la historia para siempre. La que se produjo en Valladolid casi a escondidas entre Fernando, por entonces rey de Sicilia y heredero de la Corona de Aragón, y la princesa de Asturias Isabel. Es decir, los Reyes Católicos. Quedaba todavía un camino muy largo hasta que ambos se convirtieran en los soberanos de Aragón y sobre todo de Castilla, donde las disputas por el trono terminaron por desembocar en una guerra de sucesión que tuvo carácter internacional, ya que Francia y especialmente Portugal apoyaron a la infanta Juana, hija de Enrique IV de Castilla, como la auténtica sucesora por encima de Isabel.
Como todos sabemos, los Reyes Católicos acabarían prevaleciendo, forjando con ellos una unión dinástica entre la Corona de Aragón y Castilla (no política, pues siguieron siendo entidades diferentes que compartían soberano hasta el siglo XVIII), con la que se creó el germen de lo que ha terminado siendo España como un reino plenamente unificado en todos sus aspectos. Lo más curioso de todo es que fue precisamente una guerra civil en Cataluña contra el padre de Fernando lo que provocó esa boda en Valladolid que creó esa unión dinástica de ambas ramas de los Trastámara. Ironías que a veces tiene la historia.
Esta dinastía de origen castellano llegó al trono aragonés en 1412 con el Compromiso de Caspe, pero lo cierto es que Fernando I apenas tuvo tiempo ya que falleció en 1416, y su hijo y sucesor, Alfonso V el Magnánimo, estuvo mucho más tiempo en tierras italianas que en los dominios peninsulares de la Corona. Fue pues, una especie de “rey ausente”, dado que situó su corte durante buena parte de su reinado en Nápoles, ciudad que conquistó y en la que falleció en 1458.
Fue con su hermano y sucesor, Juan II el Grande, con quien realmente se empezó a producir un auténtico cambio en cuanto a los usos de gobierno por parte de los Trastámara, buscando el fortalecimiento del poder de la monarquía frente a la nobleza y al alto clero. Esto provocó importantes tensiones que acabarían desembocando en el estallido de una larga guerra civil en buena parte del principado de Cataluña, y que se alargó entre los años 1462 y 1472. Juan II, desesperado, buscó la ayuda de la tradicional enemiga de la Corona de Aragón, que no era otra que Francia. El rey Luis XI se comprometió a ayudar militarmente a Juan II contra los rebeldes catalanes, quienes incluso llegaron a derrocar al monarca como conde de Barcelona y fueron nombrando a varios candidatos conforme estos terminaban por rechazar el título o iban muriendo. Así, en el año 1466, el bando rebelde le ofreció el título condal al francés Renato de Anjou, quien lo aceptó e hizo que el rey de Francia mudara de parecer. Vio en ese momento la oportunidad de hacer la puñeta a la Corona de Aragón y conseguir que Cataluña se desgajara de ella y se convirtiera en una especie de Estado títere bajo la influencia francesa.
Tras el cambio de chaqueta de una Francia que a partir de entonces empezó a apoyar a los rebeldes catalanes, Juan II buscó a la desesperada una nueva alianza para continuar con la guerra, y esa alianza la encontró en Castilla. O al menos en parte de ella. Allí reinaba Enrique IV, con una monarquía que llevaba ya bastante tiempo, incluso desde tiempos de su padre, enfrentándose a una nobleza que demandaba más poder e influencia. Así estallaron las luchas por el poder, con un bando que no reconocía a su única hija y heredera, la ya mencionada infanta Juana, diciendo que realmente era hija de Beltrán de la Cueva y no del monarca. Ese bando comenzó a apoyar como candidato al trono castellano a un hermanastro del rey, el infante Alfonso, y tras la muerte de este a su hermana Isabel.
Las luchas continuaron, y en 1468 Enrique IV no tuvo más remedio que reconocer a su hermanastra Isabel como princesa de Asturias y, por lo tanto, como su heredera, desposeyendo así a su propia hija. A pesar de ello no dejaron de producirse enfrentamientos, e Isabel y sus apoyos necesitaban nuevos aliados para fortalecer su posición como heredera. Fue en ese momento cuando se juntó la necesidad de Juan II de Aragón ante el cambio de bando de Francia en Cataluña cuando comenzaron las negociaciones para casar a su hijo Fernando con Isabel. Era, al fin y al cabo, una alianza que convenía a ambas partes. Tras mucho negociar, se firmaron las Capitulaciones matrimoniales en Cervera, y después de que Fernando cruzara la frontera entre Aragón y Castilla vestido de simple mozo de servicio, Isabel y él acabaron casándose el 19 de octubre de 1469. Una boda provocada por el apoyo francés a los rebeldes catalanes, y que como ya sabemos, cambió la historia para siempre.
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