Desde su atalaya divisaron la hecatombe con desesperación, con la pesadumbre de la incredulidad. No lo terminaban de asimilar. Pensaban que iban al Príncipe Felipe a una fiesta, a gozar con su CAI, otra vez más. Como siempre. Pero se quedaron estupefactos. ¿Cómo puede ser? Era la pregunta que se hicieron mil veces cuando contemplaron el marcador. La derrota escocía, escocía mucho en el corazón de los chavales de la peña Borina, la más joven, la más bulliciosa y colorista del Príncipe Felipe.

Antes, en el tercer cuarto, su aliento era contundente e incansable desde su recóndita esquina en el segundo anfiteatro. Todo parecía normal, el equipo ganaba y nadie podía predecir el desastre final. "Estos no han ganado a nadie y no lo van a hacer aquí", exponía con toda la tranquilidad del mundo Jorge. Ellos seguían a lo suyo, a ritmo reggae , con el bombo como santo y seña. "El bombo es el respeto", sintetizaba Dani, un chaval de 17 años. Son 24 pero parecen más, gritan como cientos. Su juventud, ninguno de ellos supera los 24 años, les permite ese lujo. "Nosotros somos los que movemos aquí el cotarro. La cuestión es gritar", dijo Pascual. No miente. De sus gargantas brota el conocido A por ellos oe, oe , que retumba y se contagia sin remedio por toda la grada. Desde su posición nace la ola que prosigue de forma hipnótica toda la marea roja . "Nos lo tomamos muy en serio, aunque algunos vengan también a ligar. Queremos ser la demencia de Zaragoza", explicaba Jorge, uno de los más bulliciosos con sólo 16 años.

Colegas de Rodrigo

Su identificación es total desde que decidieron ponerse manos a la obra y crear un colectivo de apoyo al nuevo CAI. Fue en verano, poco después de conocerse que Aragón despertaría de su letargo en el planeta del baloncesto, cuando un pequeño grupo se juntó y decidió unir su pasión por la percusión con la ilusión que le despertó este nuevo proyecto. Además, otro motivo les unía. Son colegas de Rodrigo San Miguel, compañeros de instituto. "Es un buen tío", aseveraron todos con rotunda unanimidad.

Están creciendo poco a poco. Se han alquilado un local para guardar sus instrumentos y esperan dentro de poco comprarse un bombo y no tener que desmontar la batería de uno de ellos para hacer ruido. "Nos gustaría que el club nos echara una mano, pero se estiran menos que el portero de un futbolín", dejó caer con sarcasmo Dani. "Y que nos apoyaran para viajar con el equipo. Queremos ir con ellos a los playoffs", concluyó Jorge, que siempre parece tener las ideas muy claras: "Yo a Keith le diría que o empieza a rendir o se tiene que ir". En la Peña, no es el único que piensa eso.

Dentro de doce días volverán a su sitio para hacer temblar de nuevo el pabellón siguiendo su filosofia. "Con el CAI, hasta la victoria siempre". Ese es su lema.