Debe ser difícil correr contra tu amigo. Peor aún: luchar en una carrera a muerte por bajar de su pedestal al hombre, al atleta, al que idolatras, al que más admiras. A Alberto García no le temblaron las piernas en ese reto, pero al final su medalla de plata de ayer en los 3.000 metros del Mundial le debió parecer más llevadera, más parecida al oro, por el hecho de que éste se lo había llevado precisamente Haile Gebreselassie.

Siempre sonriente, siempre relajado, siempre atento con sus rivales --en la cámara de llamadas, antes de salir a la pista, los saluda siempre uno por uno y les desea suerte--, el etíope al que en su país consideran el verdadero emperador dedicó a Alberto García el mejor elogió atlético que se puede lanzar. "Parece un etíope", le sonrió Haile al rayo vallecano, al hombre que, de no ser por Gebreselassie, estaría en estos momentos celebrando un título mundial, como hizo el año pasado, por partida doble (a cubierto y al aire libre) en Europa.

Y es que Europa se le ha quedado pequeña a Alberto, pero en el mundo todavía reina Gebreselassie, un portento que ha batido 16 récords del mundo y que reúne cuatro títulos mundiales y dos olímpicos de 10.000 metros. Parecía que en los dos últimos años ya no imponía. Incluso en el Mundial de Edmonton del 2001 se vio sorprendido por el keniano Kamathi. Pero este año vuelve a ser el de antes, como se encargó ayer de demostrar. Alberto García ha batido este invierno dos récords de Europa (3.000 y 5.000), pero Gebre le replicó con otro tope mundial de las dos millas y con una marca cuatro segundos mejor en 3.000 (7.28.29 por 7.32.98 minutos).

Sonrisa de oreja a oreja

"Lo he intentado. Hay que tener narices, pero lo he intentado", aseguraba ayer el subcampeón español, con una sonrisa de oreja a oreja pese a haber salido batido de la pista, algo a lo que ya no está acostumbrado. "Le he plantado cara al Gebre de 1999, al bueno, no al de Edmonton", se consolaba el que es conocico como africano de Vallecas. Ayer sólo le faltó un suspiro para ser de verdad el mejor africano , lo que en términos de carreras de fondo equivale a decir el mejor del mundo.

La carrera se limitó a un diálogo entre los dos mejores, entre el maestro idolatrado, curiosamente más joven (29 años) y el ambicioso aspirante (32). A falta de 700 metros, Alberto lanzó su ofensiva, pero a falta de 270 fue Haile quien enseñó la espalda, en un ataque al que sólo el español pudo responder. "He salido a ser campeón del mundo, pero he luchado con el número uno", reconoció el alumno aventajadísimo. Tanto, que ni los kenianos ni el resto de etíopes pudieron seguirle.

Al final, Alberto se fue con la satisfacción de haber puesto en un aprieto a su ídolo. "Le he hecho correr y vaciarse, me queda un buen sabor de boca", dijo Alberto. "No ha sido fácil la carrera; Alberto es un gran atleta", le sonrió Haile que, como casi siempre, había ganado.