El presidente, gran parte de los jugadores y el técnico actuales mantienen que la afición del Real Zaragoza no tiene el comportamiento adecuado para ayudar a que el equipo ascienda a Primera División. No es la primera vez ni será la última que, ante la falta de autocrítica, la hinchada, el patrimonio histórico del club, aparece en la diana cuando la crisis se hace insostenible. A todos aquéllos que defienden esta teoría, la de la acidez del seguidor zaragocista, hay que aportarle algunos datos significativos. La lectura de los mismos, dentro del marco de los golpes que ha recibido el conjunto aragonés en los últimos tiempos, demuestra lo contrario: esta afición es una de las mejores y más fieles de España. En Primera y en Segunda.

Un reciente estudio publicado por El País y encargado por la Generalitat para conocer las preferencias de los hinchas españoles en las diferentes comunidades sobre el Madrid y el Bar§a, descubre algún detalle colateral muy curioso. Los resultados del sondeo están ponderados según el peso de la población, y tienen un margen de error del 1,83%, y entre ellos sobresale uno en particular: los aficionados del Real Zaragoza encabezan el listado de las comunidades en donde el Madrid no es el equipo preferido. El primer club en Aragón es el Zaragoza (62%), por delante del Madrid (28%) y el Bar§a (3%).

LA CUARTA Los números están relacionados directamente en este caso con los sentimientos. La Cadena Ser, en su programa Club Carrusel , quiso conocer, a través de mensajes SMS de móviles, cuáles eran los equipos con mayor seguimiento en España. El podio no causó sorpresa, con los clásicos Madrid, Bar§a y Atlético en primero, segundo y tercer lugar, respectivamente. Lo más llamativo fue el nombre del cuarto: Real Zaragoza.

Con 25.000 abonados --la misma cantidad que la temporada pasada pese al descenso--, sólo hay diez equipos, todos ellos de Primera, que le superan en masa social, y en la última jornada del campeonato, únicamente se registraron mejores entradas en San Mamés (32.000), Calderón (55.000) y Ruiz de Lopera (35.000). A La Romareda fueron cerca de 25.000 personas para ver perder a su equipo contra el Compostela, camino de la ruina y con 2.500 socios en nómina.

Esa respuesta cuantitativa ha sido alabada en todos los foros futbolísticos, pero la SAD que preside Alfonso Soláns sufre una ligera amnesia histórica, sobre todo cuando el público, agotado y erosionado por una temporada de hastío deportivo, se queja con justicia ya no de la pobreza futbolística, sino de las derrotas y sus horribles formas (Murcia, Tenerife o Compostela). La memoria del tiempo reciente, del peor en muchos años, guarda como un tesoro el compromiso desplegado por la afición zaragocista. Siempre ha estado ahí, dura, sabia y exigente, pero sin abandonar jamás la bandera que ondea con orgullo desinteresado en su corazón.

LA MEMORIA Esta gente a la que ahora se mira de reojo desde el vestuario y los despachos, llenó el estadio, por tercera vez en la historia, en el encuentro crítico frente al Celta en la temporada 2000-2001. El Zaragoza se jugaba la permanencia y la logró arropado hasta la bandera. Poco después, un ejército de 11.000 hinchas acudió a La Cartuja para ver ganar la Copa del Rey, de nuevo con el Celta de Víctor Fernández enfrente. 24.000 gallegos hicieron temblar el estadio con el madrugador gol de Mostovoi, instante en el que la afición del Real Zaragoza comenzó un espectacular ritual de cánticos que hizo acallar a la marea celeste y que provocó la resurrección anímica del Zaragoza, que conquistó su quinto título en este torneo.

Protagonista en la fiesta y en la desgracia, el curso anterior llegaron los exámenes más exigentes para la hinchada. Ninguneada por la directiva, hizo de La Romareda un infierno, pero no dejó solo a su equipo ante la amenaza del descenso. El viaje de 1.300 personas a Vitoria en trenes fletados, en autobuses y en coches cuando se mascaba la tragedia, y la presencia de 600 en Villarreal, cuando se consumó el descenso, avalan la grandeza de una afición ejemplar a quien nadie, ni presidentes, ni jugadores ni entrenadores de paso tienen derecho a cuestionar.