Adrián Campos es el único que se ha quedado en la fórmula 1. Y, curiosamente, es el único que no tenía necesidad de quedarse pues, gracias a la fortuna que acumuló su abuelo, Luis Suñer, propietario entonces de la firma Avidesa, tiene la vida resuelta.

Pero no. Adrián Campos llegó a la F-1 en 1987 y no triunfó al volante de un Minardi. El día que decidió dejarlo, guardar el casco, juró que haría todo lo posible por conseguir que, algún día, es decir, ayer, un piloto español alcanzara la cima que él había soñado.

Después de estirar su vida deportiva, más por entretenimiento que por vocación, Adrián Campos utilizó su nombre, su experiencia, su prestigio en el mundo del motor, sus amistades emprendedoras como la que mantiene con Jorge Martínez Aspar y sus contactos en el mundo empresarial para crear el Adrián Campos Motosport, que cuenta como base y sustento con un veterano ingeniero italiano que él tuvo en Minardi, Ermano Cuoghi.

Equipo de campeones

La filosofía de Campos está muy definida: cree que el karting es la auténtica cuna del automovilismo. Adrián posee un sexto sentido que le permitió relanzar las carreras de Marc Gené (1998), Fernando Alonso (1999) y Antonio García (2000), con los que ganó el Open Nissan de monoplazas. "Si Adrián Campos no me hubiese sacado del karting, creo que ahora sería un mecánico más", dijo en su día Fernando Alonso, que ayer logró con Renault el primer podio de su carrera en la fórmula 1.

Pero Adrián Campos, el más listo, el más inteligente, siempre protege a los mejores. En su entorno, ya dicen que el próximo se llama Santiago Porteiro.