Alvaro llegó al Real Zaragoza para acompañar a Milito, como escudero físico de un central distinto, dotado del carácter de los defensas que saben cómo romper el balón y cómo bordarlo para que salga lindo hacia los centrocampistas. En la presentación del argentino, que coincidió en el día con la de Savio, se citaron miles de personas en La Romareda; en la del brasileño hubo bastantes menos gritos de admiración y ningún desmayo. Meses después se han descubierto dos cosas: primero que Milito, ausente ayer por sanción, va respondiendo poco a poco a las expectativas, y segundo, que el fichaje deslumbrante por su productividad es el de Alvaro. En El Sardinero su rendimiento fue perfecto en todos los aspectos, colosal en la protección paternalista y furiosa de una línea muy blanda y despistada y decisivo en el acompañamiento en ataque como autor del gol del empate antes de que finalizara la primera parte, justo cuando el conjunto aragonés se ahogaba bajo el aguacero y el mejor fútbol de los hombres de Lucas Alcaraz. Cogió un despeje defectuoso en el área, se revolvió como un animal herido y rugió al golpear el balón en dirección a la escuadra de Ricardo. Por algo se apellida Maior esta pantera que parece tener un apetito insaciable.

Fue la de ayer la victoria de la fe y el carácter sobre un Racing de Santander ofensivo que buscó con honestidad el triunfo y que dispuso de ocasiones muy claras, la mayoría al contragolpe en una primera mitad donde Regueiro y sobre todo Benayoun desmantelaron al conjunto aragonés por velocidad. El israelí aprovechó una cesión corta hacia atrás de Ponzio para regatear a Valbuena, pero con la portería vacía su disparo dudoso se paseó en horizontal sin encontrar la red. Dos errores escandalosos sobre un campo convertido en una piscina en donde las transiciones se hicieron inútiles para beneficio del pelotazo profundo, más efectivo.

MEJOR INTERPRETACION El Racing interpretó mejor el partido en secano y también cuando la lluvia dejó El Sardinero para mínimas florituras y máximo protagonismo del músculo. Fruto de su empuje y pese al excelente trabajo de fontanería de Alvaro, el equipo santanderino sacó tajada de un despiste en el marcaje de Cuartero a Regueiro, quien se introdujo sin oposición para tirar o centrar a Bodipo. Ni una cosa ni la otra: Rebosio, en su intento de abortar el peligro, marcó el gol que tanto buscaba el Racing.

Pintaba el partido a catástrofe náutica, pero cuando el Real Zaragoza se hundía sin remedio e incapaz de alterar el ritmo cardiaco de Ricardo, que vivía bajo los palos con la placidez de un jardinero jubilado, apareció Alvaro con la Biblia bajo el brazo, y en ella encontró la ira de Dios. Como los precavidos predicadores de los western, entre salmo y salmo llevaba una pistola. Su tiro supo a gloria.

Mientras el resto de sus compañeros se agarraban al flotador del brasileño, increíblemente adaptado a un terreno que por su naturaleza sureña no debía convenirle, por el centro se iba agigantando Fernando Soriano. Era su trote constante, sus saltos siempre ganadores en la pelea casi solitaria con Nafti y Diego Mateo, y la pesadez del campo le puso por fin en un escenario ideal en cuanto el balón comenzó a volar, en el instante en que la fuerza y la zancada se hicieron más necesarias que la habilidad. Hubo un detalle que ayudó también a esta victoria tan importante: la entrada de Yordi y el retraso de Villa a la mediapunta incomodaron al Racing y, por una vez esta temporada, mostró a un Real Zaragoza con capacidad intimidatoria de la de verdad. Villa, con espacios y libre del peligro de verse marcado como una res por los centrales, desequilibró con rapidez y veneno.

ZURDAZO IMPECABLE Los cántabros siguieron insistiendo y Valbuena estiró su brazo para evitar que entrara un cabezazo de Morán. Pero fue Soriano, con un zurdazo impecable y bello, quien sentenció el partido en la recta final. Como antes Alvaro, el aragonés hizo saltar las costuras de la pelota. La fe de ambos movió montañas, es decir permitió una remontada y, bajo la lluvia, mirar al norte de la Liga.