Una victoria contra el Racing dejaría al Real Zaragoza virtualmente en Primera División. El Espanyol perdió ayer en Sevilla y en el caso de que el Celta caiga esta tarde en San Mamés, el conjunto aragonés tendría una ventaja de 10 puntos sobre los catalanes y 13 sobre los celestes, más el coeficiente goleador particular, a falta de siete jornadas para el cierre del campeonato. Sin subtítulos: para que estos dos equipos pudieran sobrepasar al conjunto aragonés tendrían que ganar cuatro y cinco encuentros, respectivamente, y que la escuadra de Víctor lo perdiese todo. Así que hoy puede ser el día de la paz para el Real Zaragoza si vence a los cántabros.

SIN TRAGEDIAS Conviene que se dé esta hipótesis pese a que otro resultado distinto al triunfo no supondría tragedia alguna. La ausencia de urgencias y lo asfaltado que ha quedado el camino hacia la salvación tras esa racha de seis encuentros consecutivos haciendo caja, no debe ocultar una realidad de tres temporadas horribles: la del descenso, la del ascenso y la actual, adornada con el hermosísimo título de la Copa del Rey. Por eso interesa acabar con esto cuanto antes. Y no olvidar nunca que sin Movilla y sin el entrenador que lo convenció para que viniese en el mercado de invierno, Víctor Muñoz, seguramente la situación sería muy diferente.

Ahora, de repente, se respira una atmósfera triunfalista, floreada, como si nunca hubiese ocurrido nada. Es bueno que todo el mundo respire a pulmón abierto, pero da la impresión de que se está cometiendo el error --histórico ya-- de hacer un éxito del fracaso esquivado. Antes de las cinco de la tarde, el Real Zaragoza todavía estará luchando por seguir entre los mejores y el Racing, en idéntica situación, no parece que venga a ponérselo en bandeja. A estas alturas no habrá, tampoco al final, medallas que colgarse. En cualquier caso, un nuevo reconocimiento para los futbolistas y su técnico por la hazaña de la Sexta en el Olímpico de Montjuïc y un recordatorio para los gestores del club: que dejen de jugar con fuego.

MEJORAR En un momento como éste, con la permanencia tan cerca si el equipo de Lucas Alcaraz no dice lo contrario, es cuando se ha de releer el pasado para mejorar el futuro cercano. Una afición que ha sufrido durante este trienio varios tipos de infiernos sin un solo lamento y mil canciones en su garganta (We are the champions en Barcelona), merece un mayor respeto en forma de una planificación más ambiciosa y coherente, lo más cercana posible al espectáculo, como gusta en todos los rincones del mundo y no sólo al público zaragocista, tildado frívolamente de sibarita.

Mientras llega ese tiempo de paz, arrepentimiento y reconstrucción, el Racing, un demonio al contragolpe, visita hoy La Romareda en un partido sospechoso, con un envoltorio donde se lee con excesiva nitidez la palabra fácil. Víctor, quien no da por acabado su trabajo ni se deja seducir por las sirenas, pondrá a su equipo de gala (vuelve Láinez) ante un rival temible en los desplazamientos, ligero y con jugadores de gran calidad técnica como Javi Guerrero y Regueiro. De fácil, nada.