Circula por dirección contraria en el peor de los momentos, cuando se le exigía ser el más rápido en una carrera a vida o muerte. Con la cuenta atrás agotándose, el CAI se ha sumergido en una crisis latente de juego y resultados y ha desfigurado su imagen de bestia hasta convertirse en un cachorrito sin colmillos. El rojo ya no es un color temible en la LEB. A nadie se le corta la respiración al penetrar en el Príncipe Felipe. Ganar en Zaragoza ya no es noticia. Son rasgos de una realidad inoportuna por la proximidad del playoff (3 partidos), el momento de la verdad, y que el CAI pretende borrar con un cambio de sentido de 180 grados que le devuelva a la autopista directa a la ACB. Convertir esta caída en un impulso final pasa por superar hoy La Palma, desterrar de la mente los miedos de las últimas decepciones y enderezar al equipo hacia una remontada definitiva.

El CAI ha despeñado su prestigio desde el liderato al sexto puesto, un habitáculo lúgubre para un equipo de objetivos máximos y que tenía fama de infalible hace sólo dos meses. Con los mismos jugadores, con el mismo entrenador, pero con el espíritu de caníbal desaparecido en combate, el equipo ha sumado siete derrotas de los últimos nueve citas en la LEB. Las dos últimas, ante el Huelva y la más reciente en Melilla, han debilitado la idea inicial de cerrar la Liga Regular entre los dos primeros. El realismo, aunque sea difícil de tragar, muestra la marca de los cuatro puestos de honor (los que dan el factor campo en cuartos) como la cota más palpable hoy por hoy para esta plantilla. Superar a La Palma será la primera piedra donde edificar el adelantamiento de Granada y León esta, porque si no los canarios (y puede que Lobos también) se pondrían a un sólo triunfo.

RECUPERAR LA MORAL Mirar arriba e ir recuperando peldaños perdidos es una asignatura que debe ser aprobada desde un derroche de actitud. El equipo ha intentado esta semana aunar esfuerzos, olvidar el pasado y reconocerse a sí mismo. Para recuperar esta personalidad perdida, inyectarse de moral y volver a creerse indestructible, el CAI tiene que imbuirse de los malos resultados y tirar al unísono del carro. A este compromiso general debe añadirse la inclusión cada vez de mayor peso del recuperado Lescano o de Esmorís.

La Palma ha sufrido un desinflamiento paulatino. Su debut en la categoría fue tan efervescente que se consolidó en el liderato en el primer mes de competición. Esta inercia prematura le valió para estar en la Copa, donde fue despachado por el Plasencia con suma facilidad. El cuadro insular dirigido por Rafa Sanz, un técnico de sólo 27 años, utilizó la táctica del cambio de piezas para frenar el destrozo. Las llegadas de Hatten, Irazabal y Gómez han aliviado en parte las penurias del equipo, que en sus últimos cinco desplazamientos ha logrado tres triunfos y tiene casi asegurado el playoff .

DEBIL EN EL REBOTE El hombre más peligroso del La Palma es Steven Edwards, un alero potente y versátil (16 puntos), que deslumbró en el arranque liguero. La llegada del venezolano Irazabal (el tercer pívot extranjero probado esta temporada) ha dado consistencia con sus 11 puntos por encuentro a un juego interior débil en el rebote (son el segundo equipo con menos capturas de la Liga). Junto a él se suele situar Alex Gómez, un ala-pívot que inició la temporada en la A-1 italiana. Por fuera, La Palma ha cambiado de timonel y desde hace nueve encuentros está guiado por la batuta de Hatten, un base saltarín y de gatillo fácil. El perímetro se completa con buenos lanzadores (especie temible para el CAI, sólo hay que recordar los últimos partidos) como Paco García (37% de 3) o José Miguel Urtasun (12 puntos y 40% en triples).