El CAI no quiere volver a Plasencia. Pero esta determinación no tiene tanto que ver con el deseo de no sufrir de nuevo el ambiente tan hostil de los dos primeros partidos como con la firme intención de pasar la eliminatoria de cuartos de final y plantarse en semifinales o, lo que es lo mismo, en la antesala de la gloria, de la ACB. Hasta ahora, el equipo ha salido indemne de un camino sembrado de granadas, ha superado el fator cancha adverso con un empate parcial (1-1) en la eliminatoria que cualquiera hubiera dado por bueno antes de comenzar y que, además, sabe a victoria porque el CAI se sintió superior en los dos partidos en cancha enemiga.

No volver a Plasencia significa ganar los dos encuentros en casa, el de esta noche y el del domingo, para sentenciar la eliminatoria. Por eso, el encuentro de hoy es crucial, es el choque de la verdad, en el que sólo vale la victoria porque su contrario implicaría tener que pagar un peaje demasiado caro hacia las semifinales. Una derrota obligaría al CAI a ganar el domingo y a volver después al infierno verde cacereño para jugar a vida o muerte por hacer válido el segundo proyecto de ascenso.

La experiencia vivida en Plasencia queda ya atrás y, gracias al poso que sólo el tiempo deja sobre las cosas, puede mirarse hasta de forma positiva. Si el CAI pudo ganar el primer encuentro y se impuso en el segundo, ¿qué no puede ocurrir en el Príncipe Felipe con una Marea Roja más dispuesta a animar a los suyos que nunca? En el pabellón extremeño hubo 3.000 gargantas desgañitándose por sus colores e intentando intimidar al equipo aragonés. Hoy, la afición caísta triplicará, como mínimo, esa cifra. El Príncipe Felipe se teñirá de rojo.

EL TOBILLO DE CIORCIARI Esas previsiones no asustan ni amedrantan a los plasentinos, que llegaron a Zaragoza dispuestos a todo. Si pueden, también quieren evitar volver a jugar en casa. No se conforman con ganar uno de los dos partidos, que dejaría la eliminatoria muy a su favor, sino que vienen dispuestos a firmar un 1-3 definitivo. Recién ascendidos a la LEB y con un presupuesto modesto, han logrado la tercera plaza en la Liga regular y no quieren despertar del mejor sueño de su historia. La firme intención de ganar que presentan los dos equipos es la más clara garantía de espectáculo que hace de este encuentro una cita ineludible para cualquiera.

Y nadie se lo quiere perder. Diego Ciorciari sufrió el martes un ligero esguince en el tobillo pero su recuperación será completa para esta noche. "Estaré al 100%, como siempre", confirmó ayer el base argentino. En el Plasencia tampoco habrá ninguna ausencia. Los jugadores llegan dispuestos a repetir la victoria que ya lograron en la Liga regular en el Príncipe Felipe. Conocen el terreno, confían en sus posibilidades y saben cómo superarlo. Por eso no les asustan las previsiones de lleno.

VIEJOS ENEMIGOS En realidad, los dos equipos se conocen bien, son viejos enemigos. Se han enfrentado dos veces en Liga (dos victorias del Plasencia), en la final de la Copa del Príncipe (título para el CAI) y, ahora, el mejor de cinco partidos sellará su pasaporte para la siguiente fase de la lucha por el ascenso. Por eso, los dos saben perfectamente de las virtudes y defectos del rival, conocen los puntos fuertes y los débiles, dónde hay que atacar y qué hay que proteger con especial atención.

El CAI no quiere volver a Plasencia y eso significa que hoy sólo se puede ganar. Para lograrlo, el equipo zaragozano quiere traspasar todos los nervios, toda la presión, al rival, que no se sientan cómodos, para poder imponer su teórica superioridad, su mayor calidad. Y disfrutar de una gran noche de baloncesto culminada con un triunfo que deje intacto el sueño del ascenso. Un carrusel de emociones que ha de llevar al CAI a completar el primer paso hacia la élite del baloncesto. El cielo está a la vuelta de la esquina y ya no puede esperar.