Y si... Y si... Y si el Celta vence al invencible Bar§a... Pues ocurrió. Los gallegos se impusieron con un gol de Edú, salieron entre lágrimas de alegría del túnel del descenso e igualaron a puntos al Real Zaragoza (39). El condicional se hizo carne ayer y seguirá vigente en la jornada de hoy para el equipo aragonés, pendiente de una carambola terrorífica que le metería de lleno en el paquete de los aspirantes a Segunda: derrota contra los navarros y victorias del Valladolid en casa ante la Real y del Espanyol en Montjuïc sobre el Deportivo. Alguien dirá que sería demasiada casualidad, pero la casualidad está de baja y ha dejado su puesto de trabajo a la causalidad, o el fútbol es así en un lenguaje coloquial.

Ya no queda sitio para el optimismo como argumento. El encuentro con Osasuna sólo admite la suma de los tres puntos en un ejercicio de suprema obligación. Antes, con 42 se daba por hecha la permanencia. Ahora, esa cifra no asegura nada. Un marcador que no refleje el triunfo local supondría una accidente gravísimo para el conjunto aragonés. No es que se piense con obsesión en la derrota, pero la reducción de margen para una reacción --sólo restan dos jornadas para el término de la Liga-- y las sospechas de que los acompañantes en este arriesgado viaje van a recibir algunos favores de última hora (derbi gallego, el Mallorca salvado anoche en el Bernabéu a la espera de jugar con Celta y Espanyol...), empuja a contemplar esa posibilidad con pánico.

La versión positiva, pese a todo, tiene mayor peso en este sinvivir. El Real Zaragoza puede hallar hoy una combinación perfecta en el caso de que venza al equipo de Aguirre, el Valladolid caiga en casa con la Real y pinche el Espanyol. Por el momento depende de sí mismo, lo que no es poca cosa. Para seguir haciéndolo y no esperar al error ajeno, tendrá que romper con una dinámica de cinco partidos sin ganar, cuatro de ellos en La Romareda. Y luego puntuar en el Calderón o ante el Bar§a en el cierre del campeonato.

En estas circunstancias, el análisis del enemigo asoma como una anécdota. Sin embargo, el adversario de esta tarde tiene miga, y muy dura. Osasuna no practica un fútbol de salón, pero el hecho de que no le inviten a desfilar por la pasarela Gaudí no implica que los navarros estén fuera de onda. Viene con lejanas pero posibles opciones de subirse al tren de la UEFA, lo que animará su ambición, por lo general ajustada al énfasis defensivo con el que se emplea y que le ha dado fama cuando actúa de visitante. En realidad la preocupación se centra en saber si el Real Zaragoza será capaz de marcarle un gol. Le han hecho muy pocos en sus 17 salidas, y, salvo el Depor, nunca más de uno. Compensa el ánimo su pobreza ofensiva, pero la cuestión es que la amenaza del empate es casi de la misma envergadura que la de la derrota. Sólo sirve la victoria. Sólo sirve la victoria... Nunca el eco fue más ensordecedor.

CON SORIANO Víctor Muñoz ha llamado a filas a Soriano y ha dejado a Ponzio en el banquillo. El entrenador respeta el excelente dominio juego aéreo del rival, virtud de la que saca más provecho en la protección de Sanzol que en ataque. El mediocentro aragonés aparece en escena a la hora de los valientes. Nunca antes había sido titular con Víctor, y su trabajo será amplio: proteger a Milito y a Alvaro, que se han visto superados en 17 ocasiones por arriba esta temporada; liberar a Movilla para que ponga en funcionamiento el generador de la luz sin tener encima al plomo de turno, y sumarse arriba para pelear o peinar los balones colgados. Le espera al zaragozano un debut de órdago en la gran batalla, en un pulso de alto riesgo y transistores en la grada para saber qué ocurre en otros campos. La Romareda verá una final y volverá a ser la reina entre tanto peón.