La mayor parte de los técnicos del mundo pedirán el vídeo de este partido y se lo pondrán a sus jugadores no para enseñarles cómo atacar, sino como advertencia de lo que ocurre cuando se descuidan los sistemas fabricados para defender por encima de cualquier otra premisa. La mayor parte de los administradores de parques temáticos del planeta solicitarán la misma grabación para exhibirla como un espectáculo más. "¡Suban al Dragón Khan y después no se pierdan el pase del encuentro Real Zaragoza-Albacete, un partido de otra época!", se oirá en la megafonía con el We are the champions de fondo. Si a Steven Spielberg le llegan las imágenes, pedirá los derechos para un guión de seguro éxito en las salas de cine.

Más que un homenaje al fútbol, los dos equipos rindieron culto al ataque, incumpliendo ese mandamiento de los entrenadores que obliga a la mortificación creativa antes de dar un metro para pensar al enemigo. Los jugadores se rebelaron, amotinándose contra el corsé conservador y, en no pocos casos, dejándose llevar a partes iguales por la ingenuidad y el atrevimiento. En este motín a bordo, los delanteros fueron los abanderados, con un alto porcentaje de acierto en sus disparos a dos porterías donde sus guardianes, Luis García y Valbuena, colaboraron con gemela propensión al fallo gratuito. Ese fue otro espectáculo colateral, una especie de parada de los monstruos con la mujer barbuda y el hombre serpiente en la letra pequeña del cartel de macrofestival veraniego.

El Real Zaragoza, con muchos apuros, sacó mayor provecho de un encuentro con reminiscencias del pasado, cuando se alineaban dos defensas --esa fue ayer la impresión pese a que hubiera ocho-- y la orden era marcar mayor número de goles que el contrario. La Romareda comenzó a teñirse de color sepia al primer minuto, coincidiendo con el despertar de Javi Moreno y el primer mensaje de que las retaguardias iban a tomarse la tarde libre. Buades se quedó quieto con la mano levantada pidiendo un fuera de juego y su solicitud acabó con el balón en la red. Fue un tramo frenético del equipo aragonés, con el Albacete sometido a un ajetreo considerable con las caídas a banda de Villa, las asistencias profundas de Movilla y Javi Moreno afilando sus colmillos en el área junto a Rubén, un central cedido por el Madrid que seguramente acabará su carrera, con suerte, en La Mancha. Las llamadas a las casas de apuestas se sucedieron desde el estadio: "7-1 gana el Real Zaragoza". El balón se paseó por los dominios de Valbuena, pero no entró y el Albacete tomó el relevo como si estuviera pactado de antemano.

Rubén Castro se subió a la noria y le dio otra dirección giratoria. Es de esos tipos de futbolistas que pueden cambiar el curso de la historia, es decir un genio. Antes del descanso mareó a Alvaro y a Milito en la frontal del área y diseñó la jugada que acabaría en el empate de Pacheco, y, tras una galopada, regaló el 1-2 a Redondo, quien resolvió la salida de Luis García con un maravilloso gesto técnico, de otros tiempos donde la inventiva para burlar se pagaba a precio de oro.

Rubén conocía bien a Alvaro de cuando formaban parte del Las Palmas. Le hizo mil diabluras el canario al brasileño --Milito también sufrió con el chaval--, entre ellas meter una velocidad de fórmula uno para irse de él o para ganarle la espalda con una sencillez asombrosa. En ese duelo al atardecer, el punta del Albacete tuvo el partido en la punta de sus botas, pero Luis García sacó una mano con acierto, lo que fue noticia en la sección internacional de la CNN. "1-3 gana el Albacete", se escuchó en nuevas llamadas a las casas de apuestas. El encuentro, sin embargo, tenía sus propios planes, ciertamente paradójicos. La valiosa parada de Luis desembocó en el triunfo del Zaragoza. A continuación nació un relámpago al contragolpe, una de aquellas carreras de Galletti que por lo general acaban estampadas al final del callejón y que el extremo tradujo en un precioso centro para la cresta ejecutora de Javi Moreno. Con la igualada en el paladar, el propio Javi Moreno puso en la cabeza de Savio el tercero. ¿Savio de cabeza? ¡Viva el espectáculo!

PREMIO PARA VILLA En plena reivindicación de la legión ofensiva y con la grada sospechando que estaba viendo un Zaragoza-Atlético Aviación, Villa obtuvo el premio a su insistencia con la astucia del ratón, en un balón que se quedó como un queso para que le hincaran el diente en el área pequeña. A todo trapo pese a que Víctor puso en la báscula a Generelo y Soriano para controlar la situación y rebajar el ánimo desatado, Rubén puso la guinda al pastel gigante con una vaselina que fue el colmo, un regalo, para niños y grandes. El vídeo de este partido se venderá como churros si se comercializa por mucho que a los puristas se les retuerzan las tripas con tanta concesión defensiva.

Para los amantes del análisis de digestión lenta queda la actuación de Zapater, mucho más académica, como si todo ese viaje de ida y vuelta necesitara de su sensatez, de su capacidad para disfrutar pilotando el alocado y maravilloso partido que vio pasar. Fue tan sensacional su trabajo como los goles de un Zaragoza en el que ayer bien podría haber jugado Carlos Lapetra.