En Flint hay que morder para sobrevivir. Escondido tras la sombra industrial de Detroit, el suburbio de Michigan, no mucho más grande que Zaragoza, es conocido por el azote del paro y por su leyenda negra de criminalidad, una de las más altas y sangrientas de todos los Estados Unidos. Las salidas del pozo de la pobreza, las armas o el ejército son pocas y una de ellas, para los jóvenes afroamericanos, mayoría en Flint, es ganarse los dólares jugando al básket. Candidatos no sobran y la competencia es salvaje. Sólo los más duros, los más fuertes, los mejores logran acceder al sueño americano. Y, claro, cuando uno lo consigue, no es como para ser discreto. Que se lo digan a Desmon Farmer o D-Far, como le gusta que le llamen, natural de Flint ("sí, es una ciudad dura, con muchos problemas económicos", dijo), y que ayer en Zaragoza se creyó el rey del mundo.

El escolta americano tuvo el debut soñado y lo exteriorizó con el sentido del show-business de una estrella de Hollywood, quizá aprendida del Flintniano más universal, Michael Moore. Salió con el partido enturbiado (16-27, min. 8) y lo aclaró con un bombardeo de triples (cuatro casi seguidos). Catorce puntos al descanso (17 puntos al final) seguidos de su consiguiente coreografía rapera, estimulante para él y para una afición encantada. "He salido concentrado, intentando dar energía al juego y he sentido el calor del público", expresó ayer.

Excitadísimo, pidiendo la pelota en cada posesión, molesto si no se la pasaban ("juego como lo siento en cada momento"), Farmer dejó una imagen de jugón superior a la de Stewart y Washington, pero quizá más egoísta, aunque diluyó su ansia de acaparar en la segunda parte y contribuyó con 6 rebotes y 3 asistencias (19 de valoración), además de exhibir un veloz arranque de la transición y un notable sentido para penetrar con la zurda. "Sus primeros cuatro tiros nos han ayudado mucho. En la primera parte se le ha visto como más ansiedad de recibir la pelota, pero en la segunda no. Si no es egoísta, me parece bien", analizó Alfred Julbe.

El trampolín

Duro, defensor y tirador. Es la marca de Flint, que hace suya Farmer ("también sé anotar. Metí 30 puntos en la universidad y promediaba 17 en la NBDL") y que encumbraron a los Flintstones (los Picapiedra), la mágica saga que rozó el título de la NCAA del 2000 con los Michigan Spartans, conocidos así por su rudeza y por tener a cuatro indomables de la ciudad, vecinos de Desmon: Mateen Cleaves, Antonio Smith, Morris Petterson (Raptors) y Charlie Bell (Bucks y exBreogán). "Sí, Charlie. Jugué varias veces contra él", asiente Farmer, que no fue a Michigan, sino a Southern California, pero que intenta seguir los pasos de Bell, que tras dar tumbos por Europa, utilizó su estelar temporada en Lugo (máximo anotador de la ACB) para hacerse un hueco en la NBA. Ahora, su vecino D-Far quiere que Zaragoza sea su trampolín del éxito.