La Vuelta topó ayer con la única nube con lluvia que sobrevolaba por los cielos de España. Hacía mucho tiempo que las carreteras burgalesas no eran regadas. Había polvo que se tornaba resbaladizo y manchaba a los corredores como si fueran mineros salidos del pozo. Las gotas castigaban los brazos de los ciclistas. Pero ellos ni tocaban el freno ni disminuían una velocidad que los impulsaba por encima de los 50 kilómetros por hora. Es duro esto de querer ser deportista del pedal.

Y ello bien lo sabe Egoi Martínez. Él es navarro, de Etxarri Aranatz, y siempre, hasta esta temporada, corrió en el conjunto Euskaltel. Así fue hasta que Johan Bruyneel, captador de corredores con ambición, se fijó en un muchacho alto, moreno, espigado y que en el 2005 se le escapó una victoria en el Tour, en una fuga similar a la de ayer, porque no se puso de acuerdo con Flecha y le dejaron el pastel entero para el francés Moncoutié.

ESCAPADAS Bruyneel le ofreció fichar por el Discovery Channel y ayer Martínez recompensó a la escuadra estadounidense con la primera victoria en la ronda española. En el primer año tras la retirada de Lance Armstrong, su equipo (el tejano colabora como asesor) ha ganado en las tres grandes y ha podido lucir por unos días el jersey que identifica al líder de la prueba, el mismo que ahora lleva Alejandro Valverde con seguridad y gallardía. "En el equipo queda de Armstrong la gran ambición que tenía, que coincide con la de Bruyneel. Es algo que se contagia y por eso no te puedes relajar en todo el año", señaló ayer Egoi Martínez, de 28 años.

El navarro nunca ha sido un adelantado de las cumbres. "Ahí poco tengo que hacer". Él más bien pasa a la acción cuando puede convertirse en un llanero solitario por terrenos complicados, como el que ayer condujo al pelotón de la Vuelta de Torrelavega a Burgos, en un contínuo sube y baja. No le importó ni encontrarse por el camino con el estorbo del puerto del Escudo, donde atacó, ni con la inoportuna tormenta. Unas veces solo y otras en compañía de su amigo Íñigo Landaluze y del ucraniano Gustov, siempre anduvo escapado y recordando lo duros que habían sido primero el invierno y después el Tour. "Cuando me alcanzaron Landaluze y Gustov pensé que las cosas se complicaban mucho, pero ataqué y logré quedarme solo. Luego a 3 kilómetros de meta sufrí auténtica angustia en un repecho y al superarlo supe que podría llegar. Ha sido un triunfo muy buscado, desde el Tour del Porvenir del 2003 no había ganado nada", describió el navarro, que se escapó inicialmente con un grupeto de 13 escapados, a los que dejó en el Escudo, y que tuvieron el beneplácito del pelotón. La masa con todos los favoritos llegó a 15 minutos del ganador.

LAS DESDICHAS El invierno no fue una buena estación. Más bien una época de dieta y de estudios. En enero se presentó a la concentración del Discovery en California, donde estuvo Armstrong, con 10 kilos de más y sin hablar pizca de inglés. Tuvo que adelgazar y coger los libros. El Tour fue una experiencia de dolor. Se cayó de forma absurda cuando ocupaba la quinta plaza de la general. Se quemó los dedos de ambas manos con el asfalto. A sufrir y a llorar para llegar a París.

Ayer le cambió la suerte, el mismo día en que Sastre y Valverde escondieron sus afiladas espadas por las tierras del Cid.