Los organizadores de la Vuelta no se lo podían creer. Entendían que era una provocación. La noticia corrió como la pólvora. Sonaban los teléfonos móviles. "¡Que está Floyd Landis!". Eran voces nerviosas. Los fotógrafos y los cámaras iban de un lado a otro. "Ahora solo falta que aparezcan Eufemiano, Saiz y Heras", decía uno de los directivos de la prueba con aire malhumorado. Landis se acercó a la plaza de las Ventas, de donde partió la última etapa. Mostró cara sonriente, exhibió un rostro mal afeitado, lució una camiseta azul y unos vaqueros desgastados. Habló poco. La presencia del ganador del Tour de Francia, que dio positivo con testosterona, no hizo gracia alguna a los responsables de la carrera española.

Víctor Cordero, director general, se cruzó en el camino del estadounidense. "Te saludo por educación, pero ojalá no tengas paz por el mal que nos has hecho". No era tampoco cuestión de llamar a la policía. Su amigo y corredor, Miguel Ángel Martín Perdiguero, en cuya casa duerme el estadounidense desde el jueves, fue quien le consiguió las invitaciones. El sábado no se presentó a la contrarreloj final porque se durmió tras una noche de copas y marcha por el centro de Madrid.

En el hotel del Phonak

El mismo sábado por la tarde se acercó al hotel donde pernoctaba el Phonak, el equipo que lo despidió tras confirmar el contranálisis que había consumido testosterona en la decisiva etapa de Morzine, en la que realizó una gran escapada. "Cenó con nosotros. Nos dijo que desde julio no cogía la bici y que lo estaba pasando muy mal. En 15 días, nos contó, le dan hora para operarse de la cadera".

Los fotógrafos buscaron la imagen más deseada, que no se produjo: un encuentro entre Landis y Óscar Pereiro, el ciclista que conseguirá el triunfo en el Tour cuando se confirme oficialmente la descalificación del estadounidense. Landis subió a los autobuses del Phonak y del Astana, en el que milita Vinokurov. Hubo cierto interés para evitar que se acercara al vehículo del Caisse d´Epargne. "Si viene aquí, no sube", dijo uno de los auxiliares. Departió con sus excompañeros del Phonak y entró en el autocar del Astana donde charló con el ganador de la Vuelta. Los organizadores no daban crédito a lo que veían. Fue el show de Landis.