No se vio ayer a Frank Rijkaard bostezar. Tampoco tomar nota. Recién llegado a Japón, tras un plácido viaje de 12 horas, sin incidencia alguna, él miraba mientras Juan Carlos Unzué y Johan Neeskens, sus ayudantes, no paraban de escribir sobre el América de México. Será el rival del Barcelona en la semifinal del Mundial de Clubs el jueves en Yokohama (11.20 horas), tras superar en un desastroso partido al Jeonbuk Hyundai de Corea del Sur (1-0).

Los cinco fueron del aeropuerto de Narita, donde les esperaban al mediodía cerca de 150 aficionados, en un ambiente muy culé, al imponente hotel que les acoge en Yokohama, situado en uno de los edificios más altos de Japón (293 metros y 70 pisos). Y de allí, de vuelta a Tokio para sentarse en las gradas del estadio para presenciar la actuación del América, el rival que se preveía.

Mientras, el equipo estiraba las piernas en el gimnasio del hotel, situado en el piso 49. "Ahora estamos bien, pero es lógico que el jet lag nos afecte. Eso nos hace estar en una situación de desventaja con los otros equipos", afirmó el técnico del Barcelona.