Aimar abandonó el campo con un gesto de frustración. Hay partidos y partidos y el de ayer para el Cai no solo era especial por enfrentarse a su exequipo. Era un choque en el que se sentía más actor principal de lo que ya es en cualquier cita y con ganas de demostrar que el Valencia se equivocó al dejarle la puerta entreabierta para que se marchara el pasado verano. Lo hizo con destino a La Romareda por diez millones de euros para recuperar el papel protagonista que su calidad y su talento demandan a gritos y la apuesta fue acertada, pero el mediapunta quería confirmárselo in situ al que fue su anterior equipo. No lo consiguió, frenado a medias entre su propia sobremotivación y la dureza levantina, para que Aimar acabara el encuentro amargado entre protestas y con la desazón en su espíritu.

Porque el Cai salió más que enchufado a La Romareda. Después de los rutinarios saludos, algunos más efusivos que otros, dejó claro desde el primer minuto, con una buena combinación con Diego Milito, que no iba a tener piedad de sus excompañeros, que poco después le vieron realizar tres espléndidos recortes para adornarse demasiado y permitir el despeje de Miguel. Avisó con un lanzamiento lejano de falta, que se envenenó al botar delante de Butelle, que un cuarto de hora después tuvo que atajar otro lanzamiento con peligro del mediapunta, tras recortar a la perfección a Albelda.

Terreno minado

Sin embargo, el propio Albelda y Baraja fueron sembrando de minas el terreno por el que pisaba a Aimar, que tampoco se cortó a la hora de hacer faltas --4 cometió y 6 le hicieron--. Los conoce bien, pero no pudo evitar caer en la telaraña planteada por ambos. Ya en el final de la primera parte se le vio desesperado en una acción con el Pipo que Pérez Burrull decantó de lado levantino ante las protestas del Cai, que por cierto le dio la mano a su excompañero con una dejadez reveladora.

La segunda mitad no cambió la tónica. Albelda le envió nada más empezar un recado digno de amarilla que no vio y, acto seguido, un mal control de Aimar a pase de D´Alessandro evitó que se plantara ante Butelle. Por entonces, era evidente que al jugador zaragocista se le estaba escapando su deseada reivindicación entre las manos.

El Valencia mató el partido no dejando jugar al fútbol tras el descanso y, en consecuencia, el peor parado fue Pablo, que sin un balón en los pies y con un partido tan trabado pasó a un segundo plano, aunque aún pudo dejar un buen eslalon con tres recortes y una nueva falta de Baraja de por medio.

Aimar acabó desaparecido entre las tinieblas. Una clara patada a David Villa, continuas protestas al árbitro, gestos de desesperación... El Cai no se encontraba a gusto y tampoco su gasolina física le daba para más. Dicen que la venganza se sirve en plato frío, pero el jugador zaragocista no llegó a tiempo para su cena más deseada.