Tenía que pasar algún día y fue el Espanyol, uno de los equipos más en forma, el que acabara con la condición de invicto de un Madrid mediocre que aún no ha refrendado con su fútbol los números que le acreditan como líder de la competición.

El conjunto blanquiazul, intenso, constante y muy concentrado, planteó un partido a un ritmo endiablado y el blanco tuvo que remar a contracorriente por el temprano gol local desde el primer minuto de juego.

Riera, de cabeza tras un córner, adelantó a los catalanes, que se sintieron muy cómodos. El Espanyol es un equipo en estado de gracia y sobrado de confianza. Ya en la segunda parte, el Madrid salió igual de frío tras la reanudación y acabó de congelarse cuando Tamudo firmó un golazo de vaselina. El postrero tanto de Sergio Ramos se quedó en una anécdota.