Boston amaneció ayer con resaca. Pero con una resaca dulce, con una resaca de campeonato después de una borrachera de gloria a costa de los Lakers de Pau Gasol. Los Celtics son los nuevos campeones de la NBA. Los campeones del mundo, como aún proclaman erróneamente los estadounidenses. En eso no cambian. Los Celtics vuelven a la cima, como manda su historia y su tradición, después de 22 años. Es su título número 17, una cifra a la que nadie puede hacer sombra. La ciudad, con miles de aficionados en la calle, empezó a festejarlo de madrugada. Pero hoy será el día de los campeones. El ayuntamiento organizará un desfile para homenajear al equipo que volvió a engrandecer su nombre a costa del gran rival histórico.

Toda la alegría desencadenada en Boston es proporcional a la frustración y la sensación de derrota que se vive en Los Ángeles. Los Lakers fueron incapaces de presentar batalla en el sexto partido de la final y acabaron humillados en el Garden por 131-92, encajando la segunda mayor derrota de una finalista, solo por detrás de los 42 puntos de los Chicago Bulls ante los Jazz en 1988.

"Esperemos que la experiencia nos sirva en el futuro para ser más duros --reconoció un abatido Kobe Bryant--, pero hemos comprendido que solo ofensivamente no se puede ganar. Tenemos que ser mucho mejores para volver". "Es un golpe duro del que será difícil levantarnos, pero somos jóvenes y lo conseguiremos", subrayó Vujacic.

SIN HISTORIA

El sexto partido, que supuso el definitivo 4-2 para los Celtics, no tuvo historia. Dominaron de principio a fin y dieron paso, en el último cuarto, al ritual de los aficionados encendiendo puros en las gradas para celebrar la victoria, tal como hacía el fallecido Red Auerbach, unas de las leyendas del club, que encadenó ocho títulos consecutivos como entrenador en los años 60, inicio de la época triunfal del club.

Los jugadores de los Lakers acabaron engullidos por el ambiente ensordecedor del Garden, por el carácter y la ambición del rival, por su falta de convicción y por un desgobierno absoluto, para descrédito de Phil Jackson, el técnico de los nueve anillos, que no supo como encarar la noche y acabó cabizbajo. "Cuando tienes una oportunidad como ésta, nunca quieres dejarla escapar y nosotros lo hemos hecho, aunque tenemos que estar satisfechos de haber tenido esta oportunidad", admitió, sin demasiada convicción.

Pau Gasol, que acabó el encuentro con unos discretos 11 puntos y 8 rebotes en 33 minutos, su peor actuación en la final, y Kobe Bryant (22 puntos, en una pésima serie de 7 de 22 en el tiro), siguieron el último cuarto desde el banquillo, con la mirada perdida, mientras los jugadores de los Celtics bailaban sobre la pista, al ritmo de la música de los videomarcadores, celebrando de forma anticipada la conquista.

PIERCE, EL MÁS VALIOSO

El desmoronamiento de los Lakers fue absoluto, y durante toda la serie final solamente ofrecieron algún detalle de calidad en el tercer y el quinto partido. Boston ha sido mejor en todos los sentidos: en ambición, en agresividad, en planteamiento.

En algunos momentos, el partido resultó vergonzoso para los Lakers que, antes del descanso, perdían ya por 23 puntos. Las diferencias llegaron hasta los 43 (129-86) para delirio de las 18.624 personas que abarrotaron el Garden, mientras el big three disfrutaba desde la banda. Los tres estuvieron a la altura: Garnett, con 26 puntos y 14 rebotes; Pierce con 17 y 10 asistencias y MVP de la final; y Allen, con 26 puntos.