El CAI Aragón fue el peor y el mejor en el Universitario de Pamplona. El peor, en una primera parte nefasta que le terminó condenando, en la que solo fue capaz de anotar seis goles de jugada y se fue al descanso once abajo (21-10), en la que no encontró nunca el tono ni en defensa ni en ataque. El mejor, en un segundo periodo en el que barrió de la pista al Portland, en el que defendió y corrió, en el que siempre encontraba la espalda de su rival, en el que tuvo soluciones hasta para atacar con solo cuatro jugadores. El problema es que los partidos de balonmano duran 60 minutos.

Esa doble personalidad tan radicalmente opuesta del equipo zaragozano deparó un encuentro sorprendente en el que el CAI Aragón pudo acabar tan orgulloso de su reacción como desesperado por su pésima primera parte. Mientras, muy cerca de allí, el Naturhouse lograba un empate más ante el Valladolid que le deja con opciones de entrar en la Copa del Rey. Eso sí, el CAI tendría que perder en casa ante el Antequera y el Pilotes frente al Alcobendas y los riojanos golear en Almería el próximo sábado.

En Pamplona, el partido empezó mal y fue a peor. El CAI Aragón, con Doder dirigiendo el juego, no encontraba la manera de superar la defensa del Portland, 5-1. En defensa, el equipo de Kosovac se encontró con el problema de siempre, no saber si cerrar a Nikolic en los seis metros o salir a tapar la primera línea, y esa indecisión dio alas primero a Vugrinec y luego a un Carlos Ruesga espectacular e infalible. Kosovac fue dando entrada, sucesivamente, a Víctor, Vatne y Arrhenuis, intentando tapar las deficiencias del equipo.

En ataque, las aproximaciones a los seis metros empezaron a dar sus frutos provocando lanzamientos desde los siete metros. En defensa, no hubo ninguna solución a las trayectorias largas de Carlos Ruesga, que anotó sin errar sus nueve lanzamientos. Por si el resultado era poco doloroso, el equipo se encontró con la baja de Alfredo Sorrentino. El lateral valenciano fue golpeado por Nikcevic cuando se había elevado y se disponía a lanzar, produciéndole un gran dolor en el hombro que le obligó a retirarse. A falta de realizarse varias pruebas, será baja contra el Antequera. Los árbitros le dieron el balón al Portland.

Evitar el ridículo era la única consigna para la segunda mitad. El Portland, que había firmado el guión perfecto en la primera media hora, salió relajado y confiado. El CAI Aragón cerró su defensa, corrió antes de que a los antonianos les diera tiempo a realizar el balance defensivo y se convirtió en un vendaval que arrolló todo lo que encontró a su paso. Nada que ver con la primera parte. Donde antes Ruesga campaba a sus anchas, ahora aparecían los brazos de Prendes o Vatne. Donde antes el CAI se precipitaba y perdía el balón en ataque, ahora encontraba el espacio y el momento para correr a la contra o para desenmarañar la defensa antoniana.

Lo que en el descanso parecía un milagro, que el CAI tuviera opciones de llevarse el partido, no tardó en convertirse en una posibilidad muy real. Un parcial de 1-8 en menos de diez minutos devolvió al equipo naranja al partido y sumió al Portland en un estado del que supo sacar provecho el CAI. A los aragoneses les salía todo en ataque, veloz e inteligente, mientras Ruesga desaparecía del mapa y Chechu Villaldea tuvo que recurrir al lesionado Jakobsen para dar aire a su equipo. El CAI Aragón no supo aprovechar dos balones para reducir la diferencia a tres goles con más de diez minutos de juego por delante y una doble y poco justificada exclusión de Prendes terminó de dilapidar las opciones naranjas. La reacción zaragozana resultó formidable pero, finalmente, también insuficiente.