Iñaki Badiola era un hombre desconocido en ámbitos futbolísticos cuando hace un año se presentó como candidato a la presidencia de la Real Sociedad. Era alguien que traía un proyecto de capitales chinos para superar el mal momento económico de la entidad. Badiola ilusionó a los seguidores de la Real y finalmente fue el único candidato en las elecciones, en las que se proclamó presidente con el apoyo del 72% de las acciones de la junta. Ayer fue destituido en una crispada junta de accionistas que terminó con la intervención de la policía vasca en el velódromo de Anoeta, donde acudieron 1.720 accionistas del club.

Las promesas con las que Iñaki Badiola encandiló a la afición y los accionistas, porque se podría sanar la maltrecha economía del club, iban acompañadas del anuncio de levantar las alfombras para saber lo que habían hecho con los recursos los anteriores dirigentes. La mayoría creyó que era el presidente ideal para afrontar la crítica situación. Badiola se ha empeñado en demostrar la corrupción existente en el fútbol, incluso más allá de su propio club. No hace mucho consiguió de Jesuli la confesión de la venta del Tenerife en el último partido en el que el Málaga logró ascender. El proyecto de Badiola tenía como principal argumento el ascenso, que por escaso margen no logró, y de nuevo en Segunda, todo se le ha ido al traste.

El club tuvo que acudir a la Ley concursal, verdadero parapeto al que muchos clubs se agarran para evitar que las denuncias de impago de los futbolistas den con el descenso previsto en el reglamento. Pero Badiola se ha enfrentado a todos, también a los administradores concursales, además de a las instituciones guipuzcoanas. Incluso su plantilla está incómoda con su presencia, también los trabajadores del club y no quedan excluidos los principales medios de comunicación.

INSULTOS Y AGRESIONES Así, un grupo de accionistas presentó en la junta del sábado una remodelación del consejo, que salió adelante con el apoyo de casi el 60% de las acciones. Buena parte de los seguidores de Badiola no asumieron el resultado y, además de no permitir que la nueva plataforma explicara su proyecto, la emprendieron a insultos e intentos de agresión. Para calmar los ánimos fue necesaria la intervención del servicio de seguridad del acto y de la Ertzaintza, que incluso llegó a utilizar las porras con los más exaltados.

Fue el final lamentable a un nuevo cambio de timón al frente de la Real. Los nuevos dirigentes, que tendrán que nombrar un presidente, probablemente el empresario Jokin Aperribay, hijo de un exdirectivo de la Real en la época en la que Iñaki Alkiza fue presidente. La Real pasa el momento más delicado de su larga vida, que llega al centenario en el año que esta próximo a iniciarse. Mientras lo institucional es un caos, el único motivo de sosiego lo consigue el equipo, que mantiene intactas sus esperanzas de ascenso.