En el Madrid, claro está, no hay necesidad de asomarse a las posiciones de descenso para poner a un entrenador de patitas en la calle. El ejemplo de lo ocurrido con Bernd Schuster es el último, pero no el más llamativo, entre otras cosas porque la irresistible marcha del Barça pesó lo suyo y porque el técnico alemán parecía perseguir su despido desde el verano, cuando tuvo la certeza de que Cristiano Ronaldo no llegaría y que el supuesto plan b no existía, como quedó claro con los fallidos intentos de fichar a última hora a Villa y Silva.

"Soy el último en enterarse de las cosas", se quejaba Schuster en pleno trabajo de pretemporada en Irdning para resaltar su incomunicación con el director deportivo, Pedja Mijatovic. De eso pasó a no querer saber nada de lo que se cocía en el club y en la propia plantilla, que había dejado de creer en él y había optado por la autogestión. Al final, tuvo que marcharse a cuatro días del partido en el Camp Nou tras perder contra el Sevilla en el Bernabéu y asegurar que no era posible ganar en el estadio barcelonista.

Otros no llegaron a una situación tan caótica para recibir la carta de despido. Radomir Antic tuvo que irse en febrero de 1992 cuando tenía líder al equipo y Fabio Capello hizo las maletas después de ganar la Liga 2006-07 en el primer año de presidencia de Ramón Calderón.