No pudo celebrar ningún título con Santos, Marcelino, Canario, Villa y Lapetra, pero Joaquín Murillo guarda en sus vitrinas un trofeo todavía mayor. El Pulpo aleccionó a la perfección a los que serían unos años después los integrantes del grupo más glorioso que ha defendido la camiseta del Real Zaragoza. "Excepcional. Bueno, bueno y bueno hasta decir basta. Incapaz de tener un mal gesto con nadie", con esta transparencia define Juan Manuel Villa a Murillo. Dos cosas quedan claras del barcelonés: su bondad y su instinto asesino dentro del área. "Era un hombre gol, un rematador nato. Forma parte de la historia del Real Zaragoza como uno de los más grandes delanteros", asegura Marcelino, que llegó al equipo cuando Murillo era una institución y un fijo en el ataque.

"Tranquilo, afable y con gran humor", así lo definen sus compañeros de vestuario. El brasileño Canario, que era otro hombre gol, ensalza las cualidades que Murillo tenía sin temor a que parezca exagerado. "Un goleador extraordinario que en el área era muy peligroso, y además iba muy bien de cabeza". Pero como el resto, Canario no puede hablar de él sin dejar de ensalzar su personalidad. "Era uno de los compañeros más simpáticos y cariñosos que había en el vestuario". Severino Reija no compartía línea de ataque con Murillo, pero también recuerda lo que le ayudó a su llegada a Zaragoza cuando apenas era un chaval. "Cuando yo llegué al equipo se comportó de una forma genial conmigo porque me ayudó constantemente. Al venir a un club de la dimensión del Real Zaragoza vas con el temor a la reacción de los compañeros del vestuario, pero Murillo fue uno de los que más colaboró en mi integración dentro del grupo", asevera el central.

Dueño del área

Marcelino aterrizó con 19 años y toda una carrera por delante, pero en la posición de ariete estaba Joaquín Murillo. El Pulpo era el año y señor del área, obligando a desplazar al héroe de la Eurocopa de 1964 a una banda. "Él jugaba en punta de ataque mientras que yo tuve que hacerlo tirado a la derecha. Teníamos una gran compenetración dentro del campo y me explicaba cómo había que moverse en el área. Yo le daba muchas asistencias, pero Murillo era un delantero a la antigua usanza. Resolvía las jugadas con una facilidad grandiosa", explica Marcelino Martínez.

Otro de los compañeros de esa gran delantera fue José Sigfredo Martínez Sigi. El peruano, Murillo, Marcelino, Duca y Lapetra conformaron otro ataque de altos quilates, pero el menudo Sigi fue el que más explotó las condiciones físicas del espigado ariete. "Yo siempre tenía una intuición enorme con él. Murillo chocaba mucho con los defensas gracias a su físico, y yo siempre estaba atento para aprovecharme de los balones sueltos. Me abría muchos huecos", explica el peruano. Su relación no se ceñía al rectángulo de juego, sino que Sigi y Murillo compartían algún secreto. "Él no tenía carnet de conducir, así que después de los partidos en La Romareda yo le bajaba con mi coche, pero le dejaba en la Plaza San Francisco porque quedaba con la novia". El corpulento delantero todavía quedaba con Sigi en la actualidad. "Estos años él tenía un ritual y siempre venía a mi casa a charlar después de que cobrase la pensión", cuenta con nostalgia Sigi.

Joya en el fútbol moderno

En la actualidad, un delantero como Murillo no tendría precio. Los grandes de Europa se rifarían su portentoso cuerpo en un fútbol que ha derivado en un deporte muy físico, pero el 9 del Real Zaragoza contaba con todos los atributos para fajarse con las defensas más duras. El Pulpo se codearía con Van Nistelrooy o Luca Toni, comparación que no duda en afirmar Severino Reija. "Era un delantero clásico, marcaba con la cabeza y los pies. Ahora hubiera ganado muchísimo dinero. El Real Madrid tendría en Murillo el delantero referencia que ha estado buscando para suplir a Van Nistelrooy. Fuera del área no tenía protagonismo, pero dentro las cazaba todas".

Quizás fue un adelantado a su época, pero en los años que le tocó vivir tuvo un idilio permanente con el gol. "Su misión era cazar todos los balones y así lo hizo", sentencia Villa, al que Sigi confirma con un claro: "Era el hombre gol por excelencia". Joaquín Murillo no alzó títulos, pero sus goles fueron el espejo en el que se miró la plantilla zaragocista más lujosa de la historia. Murillo puso los cimientos y se encargó de plantar la semilla de Los Magníficos.