REAL ZARAGOZA 3-VILLARREAL 3 /LA CRÓNICA DE ALFONSO HERNÁNDEZ

Nayim presidente

El técnico protagoniza un emotivo final de un partido espectacular que se vivió sobre una hoguera contra Agapito al pedir, con la mano en el corazón, zaragocismo y cariño para el equi

La afición, o gran parte de ella, le recordó a Agapito Iglesias una vez más que no es un presidente de su agrado. Más bien todo lo contrario. Le gritó que se fuera con insistencia, petición que a los mandatarios les entra por un oído y les sale por el otro desde que los clubs pasaron a mejor vida o a ser pasto de la especulación. Así arrancó el partido, el último de una temporada durísima, con esa hoguera en la grada contra un propietario que por ignorancia, caprichos y malos consejos ha dinamitado en cuatro años la economía del club y la trascendencia del equipo en la Liga. Y terminó con una escena conmovedora, con Nayim llevándose del brazo a todos los jugadores en dirección a los fondos, señalándose el corazón para pedir zaragocismo… Cuánto tienen que aprender de él, de su compromiso sincero, de su grandeza como ser humano. Los chicos de José Aurelio si no calmaron a la, con razón, encendida hinchada, sí hicieron que el estadio comenzara a fijarse mucho más en lo que ocurría sobre la hierba que en el palco. El Real Zaragoza, suelto de presiones y fresco en ataque, realizó una primera mitad de ensueño, con un fútbol divertido y alegre, a mil años luz del encorsetamiento defensivo al que se vio obligado para llegar a este punto sin agobios, salvado. En la segunda mitad, el Villarreal le pasó por encima en un choque de ida y vuelta, precioso para el espectador.

Mientras Agapito y los suyos recibían por un lado y por el otro, sobre todo desde los fondos, Real Zaragoza miró a la portería de Diego López y la trituró con la condescendencia de Godín, blando como nunca el central uruguayo. Eliseu coló la pelota por la escuadra, Colunga hizo de pícaro en el segundo con Godín a gatas y Pulido tocó con la punta para firmar el tercero. 3-0 en el minuto 35. Para frotarse los ojos. No era casualidad, sino causalidad. El equipo aragonés se lucía, se gustaba y se entretenía. No se notaban las bajas, al contrario frente a un enemigo agarrotado que pudo recibir algún tanto más antes del descanso, al que se fue acortando distancias después de una mágica asistencia de Ibagaza a Cazorla. En ese espacio, el encuentro cambió de propietario. Senna entró por Ibagaza y el Submarino emergió con fuerza y carácter. También con puntería y mucha pegada. Roberto se lució con todo tipo de intervenciones, ratificando que es un portero magnífico por quien el club debería apostar muy fuerte porque la puja por él va a ser dura. No pudo ya con Cazorla tras rechazar un disparo de Rossi, y tampoco con el italiano tras recibir de Cazorla. Con el empate, el Villarreal se estiró a por la victoria pese a que el Getafe goleaba en el Vicente Calderón y ya no podía entrar de forma directa en Europa, y el Zaragoza se fue arrugando físicamente, cometiendo demasiados errores incluso en ataque, donde Ander desaprovechó una oportunidad preciosa. Nilmar perdonó el cuarto…

La verdad es que daba lo mismo. Sin embargo, el detalle más elegante, emotivo y quizás importante del encuentro y de toda la temporada llegó una vez acabado. Se repitieron los gritos en contra de Agapito, ya en menor tono y cantidad, y Nayim, el héroe de París, se dirigió a ellos llevándose consigo a todos los jugadores y con la mano en el corazón, pidiendo zaragocismo, pidiendo cariño. Qué grande `Gigi´. ¿Y si Agapito le pusiera de presidente y se apartara lo máximo posible del poder y las decisiones? Salvados por Nayim y por Gay y viceversa. La historia les debe otra.

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