La imagen era la de Fran Contador, hermano y representante del jersey amarillo. Observaba el reloj, se pellizcaba, se tocaba la barbilla, miraba arriba y abajo. Como si percibiera las sensaciones de Alberto. Era un mal día. Horrible. Para perder el Tour de Francia. ¡Uf! No fue una contrarreloj sino una pesadilla. ñHa sido el día en que más he sufrido sobre una biciO. Da igual. Hoy Contador subirá por tercera vez en su vida a lo más alto del cajón de los Campos Elíseos de París. Andy Schleck ni estuvo brillante, ni se salió. Sería una atrocidad decir que el luxemburgués lo bordó ayer en Pauillac. Un total de 43 corredores, entre ellos el inalcanzable Fabian Espartaco Cancellara (y eso que decía que estaba enfermo), lo hicieron mejor. Mala cifra para aspirar a sentenciar un Tour bajo la esencia del crono.

Pero es que Contador solo fue el 35°. Se dirá que cuando ellos salieron el viento había cambiado de dirección, había aumentado la velocidad y frenaba el ritmo de los corredores. Sin embargo, el Contador de siempre, el genuino, el bueno, el brillante, el campeón y el dominador tenía que haber estado, por lo menos, en los tiempos de Denis Menchov (11° de la etapa), que desplazó a Samuel Sánchez (40° del día) de la tercera plaza del podio de París. El campeón olímpico no podrá acompañar hoy al futuro tricampeón de la grande boucle.

MAL DÍA Contador estuvo horrible. Fue su peor actuación en una contrarreloj. Nunca se sintió cómodo. Prueba es que pedaleaba dando saltitos sin encontrar la posición idónea, ni saber en qué parte del sillín sentarse. Por si fuera poco, falló el sistema de comunicación con el coche del Astana. Sin referencias. Y las últimas que oyó eran testimonio de una condena: Schleck se había colocado a un segundo de la general. Y él, que apenas había pegado ojo la noche anterior por una mala digestión, creyó que estaba perdiendo el Tour. Y así era. A mitad del recorrido, de no haberse concentrado y concienciado, de no decirse a sí mismo que había que dar pedaladas de fuego, adiós a la victoria. Menuda desilusión.

Cuando le dijeron que Schleck estaba a un segundo, él creyó que, por lo menos, perdía medio minuto con el luxemburgués. Suerte tuvo de que su rival no mejora en la especialidad. Salió tan fuerte, tanto, que en la última parte se apagó como una vela cuando se le pone un vaso encima. Contador ganará hoy el Tour por 39 segundos de ventaja. ¿Suena de algo este tiempo? ¿Verdad que sí? Es la diferencia que el ciclista madrileño le sacó a Schleck en Luchon, en el bendito día que se olvidó del condenado fair play e hizo lo que tenía que hacer. Seguir adelante tras la avería que sufrió el luxemburgués.

Habrá tiempo para corregir, para cambiar, para reforzar el equipo si es que al final se queda en el conjunto Astana, como así parece que será. Pero lo cierto es que la alarma que se originó en Avoriaz, la que provocaba que mirasen hacia otro lado o cambiaran de tema cuando se preguntaba por el problema, a punto ha estado de hacerle perder el Tour. Condenada alergia. Más días malos de los que ha podido adivinar el ojo humano.

El nervio de campeón, su afán de superación fue lo que ayer le hizo darlo todo y no entregarse cuando pintaban bastos. Atravesó la meta sin tenerlo claro. Justito, justito. El baile de segundos podían obligarle a entregar la prenda amarilla. Desconocía que Schleck se había fundido y que él había corrido 31 segundos más rápido. Solo supo que hoy ganará el Tour cuando se le abrazó Alexandre Vinokurov. Entonces rompió a llorarr. Entonces se liberó. Estas imágenes se repetían en la pantalla gigante de la meta. Esta escena enterneció el corazón de los aficionados franceses. ñ¡Contador, Contador!O. Fue el grito de la meta. Por fin se ganó el aplauso francés, el reconocimiento y la admiración hacia un gran campeón que ya está a dos Tours de Miguel Induráin y que hoy lo celebrará en el París donde los sueños de deportistas como él y Nadal se hacen realidad.