El fichaje de Carlos Cabezas ha devuelto al CAI Zaragoza al primer plano del baloncesto español. Hacía muchos años que el club aragonés no lograba la contratación de un jugador de tal relevancia, de un base cuya presencia debe cambiar las perspectivas del equipo para la presente temporada. A Zaragoza han llegado grandes nombres a lo largo de la historia, jugadores que ofrecieron un baloncesto espectacular, pero nunca antes había aterrizado un jugador con el palmarés del malagueño. Sus conquistas son incontestables. A saber: campeón del mundo en Japón 2006, campeón de Europa en Polonia 2009, medalla de plata en España 2007, campeón con el Unicaja de la Liga (2006), la Copa (2005) y la Copa Korac (2001), y campeón del mundo júnior en 1999.

Muy pocos jugadores pueden presumir de un palmarés tan espectacular, y desde luego el CAI nunca había contratado a un jugador tan galardonado. Sí ha tenido en sus filas a hombres que marcaron época, estupendos jugadores que dejaron huella en la afición zaragozana desde que aquel Helios que jugaba en el pabellón de la Cazar --el edificio que ahora acoge las oficinas del Zaragoza-- se coló en la elite del baloncesto nacional.

Los primeros recordados, ya siendo el club conocido y denominado por todos como CAI Zaragoza, son Claude Gregory y Greg Stewart, pero las estrellas llegaron poco después. Fue en la campaña 1983-84, cuando Kevin Magee y Jimmy Allen se convirtieron en auténticos ídolos de la ciudad tras ganar la batalla a cuatro en el Palacio de los Deportes y proclamarse campeones de Copa tras una inolvidable final ante el Barcelona. En aquel equipo estaban otros grandes como Fernando Arcega, Indio Díaz, Charly López Rodríguez o Manel Bosch, a quienes rodeaban los componentes de la fructífera cantera: Pepe Arcega, Capablo, Zapata, Ruiz Lorente o Martínez Sansegundo.

Esa generación de jugadores de casa fueron los que, junto a otros que surgieron después siguiendo sus pasos --los hermanos Angulo, por ejemplo--, marcaron la existencia de un CAI que siempre tuvo una base sólida que adornaba con estrellas que no salieron bien en todos los casos. La primera que llegó tras la conquista copera fue Claude Riley, que ofreció tres años de extraordinario rendimiento. Junto a él estuvieron otros americanos como Aleksinas o McDowell.

Antes de la llegada de Mark Davis --líder incuestionable del CAI campeón de Copa en la temporada 1989-90--, pasaron por Zaragoza el conocidísimo Piculín Ortiz, Mel Turpin o Leon Wood, que llegó procedente de la NBA en unos tiempos en los que ese paso a Europa no era nada común. Fue antes de que Belostenny se uniera al tirador llegado de Milwaukee, que le endosó 44 puntos al Joventut en la final de Las Palmas.

A partir de ahí, el nivel de las estrellas bajó en el CAI, pese a que llegaron hombres de estupendo currículo como Romay. Otros fracasaron estrepitosamente hombres como J.J. Anderson --el hombre del millón de dólares--, pero quedan recuerdos de luz imborrables en el corazón de la afición. Homicius, McQuenn, Toolson o Andre Turner, el último gran héroe de aquel CAI desaparecido que ahora comienza a renacer. Ayer, ese club que fue vuelve a ser tras elevar el vuelo con la presentación de Cabezas, posiblemente el mejor fichaje de su historia. Antes de empezar lo es. Luego el tiempo dirá.