Entre la tensión y la desesperanza se mueve el Zaragoza, colista de la Liga y en situación crítica, tanto en los despachos como en el césped. Este momento tan delicado apunta a Gay, que hace días que tiene asumido que Mestalla, con la estación intermedia que supone la Copa, puede significar su fin de trayecto en el banquillo. Más, cuando la bala que suponía la reacción ante el Barça ha terminado como se esperaba, en el limbo. No son el técnico ni Nayim los máximos culpables y tampoco se descarta, ni mucho menos, que su adiós fuera acompañado de algunos más en las oficinas de la entidad. Agapito Iglesias ya meditó el despido de Prieto y de Herrera tras el choque ante el Sporting y el director deportivo y el secretario técnico siguen en una posición delicada, sobre todo el primero, máximo responsable en el área deportiva.

No anda lejos, pues, el ruido de sables, pero el momento que vive el Zaragoza es de calma tensa, como si fuera un pequeño remanso que precede a la tormenta. Agapito Iglesias transmitió palabras de tranquilidad a algún periodista nada más terminar el partido contra el Barcelona y esa misma expresión --"tranquilidad"-- salía ayer de fuentes del club. El diálogo entre Agapito, Prieto y Herrera es continuo estos días, pero salvo que el carácter imprevisible del presidente dicte lo contrario, la semana, con dos citas de por medio en Sevilla y en Valencia, no traerá novedades en el banquillo. Otra cosa será que el Zaragoza regrese de Mestalla el sábado con una derrota. Ahí, con tres puntos de 27 posibles si el equipo cae en Valencia, la cuerda se rompería por el lado más débil, teniendo en cuenta que el Zaragoza afrontará después dos citas seguidas en casa (Mallorca y Sevilla). Por ahí se romperá seguro. Ya se verá si por otros sitios...

Caer ante el Barça no ha aumentado la honda preocupación que ya existía. Entraba en las previsible y era un partido donde había mucho que ganar y poco que perder. Solo un marcador de escándalo o una imagen deplorable ante los azulgrana hubiera acelerado algún proceso. Ni una ni otra cosa sucedieron y el equipo, sin mejorar futbolísticamente, sí ofreció intensidad y compromiso, sobre todo en la primera parte. No es mucho, pero es que este Zaragoza estaba y sigue hundido y necesita reaccionar.

"Estoy regular, porque pasan las jornadas y seguimos sin ganar", decía ayer Gay, que también transmitía esa imagen de cierta tranquilidad en medio de la tensión. El técnico se centra en la Copa, un torneo que debía ser ilusionante y que llega en el peor momento posible, y en Valencia. No mira más allá.

EL PARALELISMO No es, además, la primera vez que siente ese ruido de sables cerca. Viajó a Tenerife a finales de enero a tres puntos de la salvación y sabiendo que Víctor Muñoz ya tenía todo preparado para hacerse cargo del equipo si en el Heliodoro no había victoria. También entonces, como ahora, programó una concentración, aunque fue de cuatro días en Adeje, desde el jueves hasta el domingo. Por entonces, habían llegado seis fichajes --Edmilson lo hizo después-- y ese stage también tenía una función de integración. La victoria, cimentada en el tramo final, por 1-3 salvó el puesto de Gay y dio comienzo a la reacción.

Ahora, el equipo se marchará mañana a Sevilla para el partido del miércoles ante el Betis, líder de Segunda, y el jueves acudirá a El Saler (Valencia) para preparar el duelo ante el Valencia. Gay vivirá lejos como hace diez meses sus momentos más delicados.