Es el nombre de la jornada. Su última canasta es la más destacada en el Top 5 que la ACB elabora cada semana porque no solo significó el triunfo de su equipo, sino que se produjo en el Palau, hizo que un recién ascendido tumbara al gigante azulgrana y supuso un hito histórico que devolvió al CAI Zaragoza parte del reflejo de una historia ya pasada. El protagonista, el artífice último del triunfo, huye del protagonismo. Sam Van Rossom no quiere ser el héroe aunque su canasta final ya forme parte de la leyenda.

"Fue fantástico, todos disfrutamos mucho de poder ganar en Barcelona y todavía estamos felices por ello. Hoy --por ayer-- es aún un día para disfrutarlo, yo lo voy a hacer con mis padres, que han venido de visita, y mañana ya empezaremos a trabajar pensando en el próximo partido", señala el belga con la misma tranquilidad con la que armó el brazo en el último suspiro para resolver el partido. Era la primera vez que Van Rossom jugaba en el Palau y fue la segunda ocasión en la que una canasta suya in extremis decidió un partido. "Hubo una vez anterior, pero no fue tan emocionante como ayer", dice el internacional. Ni tan trascendente.

La defensa

Van Rossom sabe que no hay precedentes de lo que ocurrió el domingo, pero centra los elogios en el equipo, en el partido tan completo que llevó al CAI al triunfo final. "Sé que fue algo histórico porque no había sucedido antes, así que fue muy bonito poder formar parte de algo así junto a todo el equipo. Yo tuve el último lanzamiento y entró, pero para que yo tuviera ese último lanzamiento antes hubo un partido en el que todo el equipo estuvo a un gran nivel", insiste el base.

El belga destaca la defensa del CAI como una de las claves del éxito. "Jugamos muy bien, con una defensa muy buena, y estuvimos acertados en ataque. Jugar en Barcelona es muy complicado, pero les metimos mucha presión en defensa, sobre el balón, y creo que esa fue la clave principal", explica el belga. Precisamente la defensa es una de sus virtudes. El domingo, Ricky Rubio solo anotó dos puntos y repartió dos asistencias, terminando con 1 de valoración. El otro base azulgrana, Víctor Sada, se ocupó más de labores defensivas que ofensivas y ni siquiera lanzó a canasta.

"Antes del partido, el técnico nos dijo que iba a ser muy duro y que teníamos que jugar duro, como siempre tenemos que hacer. Que no importaba lo que ocurriera, si íbamos abajo cinco o diez puntos, que teníamos que seguir trabajando. Nos dijo que creyéramos y fuéramos a por el partido", desvela Van Rossom. El equipo lo hizo, ganó y lo celebró. "Después del partido todo el mundo estaba muy feliz, saltando a mi alrededor y fue muy divertido", recuerda el internacional.

Paso adelante

Van Rossom fue protagonista la misma semana en la que el CAI Zaragoza pudo confirmar la contratación de Carlos Cabezas, un base campeón del mundo. El belga asumió su llegada con tranquilidad, no se ha puesto nervioso y ha continuado su progresión dando un golpe de efecto. "Para mí fue difícil al principio porque era nuevo en la Liga, en el equipo y en el país, y había varios jugadores nuevos en el equipo también. Pero cada uno ha aceptado el rol que le corresponde y cada uno estamos haciendo lo que tenemos que hacer, así que creo que estamos mejorando tanto individual como colectivamente", explica el belga.

El internacional, de 24 años, confía en que el triunfo en el Palau sea una inyección de confianza para el equipo, pero recuerda que la competición sigue. "Somos un equipo recién ascendido que quiere quedarse en la ACB, así que ganar en Barcelona es un gran empujón de confianza para los próximos partidos. Pero el domingo recibimos al Cajasol y tenemos que ganar porque si no lo de Barcelona no servirá para nada", advierte Van Rossom.

"Fue increíble. Paolo conducía el balón, yo me fui hacia la esquina, me la pasó y tiré. Cuando tiré desde la izquierda Mickeal estaba muy cerca, el tiempo se acababa y hubo incertidumbre porque el balón rebotó en el aro, no sabía lo que iba a pasar, pero finalmente entró y fue un gran momento". Es el relato de una gesta, de un segundo eterno de gloria. Lo cuenta Sam Van Rossom en primera persona y lo repetirán con orgullo todos los aficionados caístas hasta el fin de los días.