BALONMANO
Fiesta oscense en Zaragoza
El BM Huesca venció con autoridad en el derbi en una gran segunda parte

Fiesta oscense en Zaragoza
R. MACHÍN
La fiesta nunca puede ser completa y ayer la celebración fue para Huesca, que se llevó con claridad y autoridad el derbi aragonés (24-29). Danzaron y cantaron jugadores y seguidores altoaragoneses mientras el BM Aragón era despedido con algún tímido silbido. No era para menos después de una segunda parte desastrosa, sin ataque ni defensa, que desembocó en una dolorosa derrota. Nolasco supo aprovechar mejor sus recursos, brilló Álvaro Ruiz, paró mucho Julio Rodríguez, corrió más y mejor el Huesca, justo y brillante vencedor.
El derbi dejó la parte de emoción que se le presupone en la primera mitad, en la que Víctor Vigo se hizo con la manija del encuentro, Kappelin paraba, el BM Aragón podía correr y encontrar al pivote en estático. El marcador se mantuvo igualado, se vieron buenas acciones en ambos bandos, los árbitros iban a lo suyo... Todo normal. El descanso llegó con 13-13 en el marcador y los aficionados disfrutaron en el intervalo de la presencia de Olafur Stefansson --está en Zaragoza junto a su hermano Jon, jugador del CAI--, que no paró de hacerse fotos. Fue la gran estrella.
EL HUNDIMIENTO La segunda mitad comenzó normal, como si fuera a vivirse un choque igualado hasta el final. Las apariencias engañan. Al BM Aragón le pasó algo que ya es habitual. Empieza a fallar algo, un detalle, un error aquí o allá, luego se abre una vía de agua por otro sitio, lo que antes funcionaba deja de hacerlo, un pase en circulación se convierte en una contra rival, una parada del portero acaba en gol visitante en el rechace, los lanzamientos son un bombardeo al meta contrario, se estrellan con la madera o se van fuera... Así hasta el colapso total. Y si enfrente hay un equipo bien trabajado, con jugadores de calidad, con un central con la visión de Ruiz, con un pivote con el oficio de Bartolomé, con un portero con ocho brazos como Julio Rodríguez, el Huesca acaba jugando a placer en el Príncipe Felipe.
El BM Aragón no defendió nada, Kappelin apenas pudo parar, el equipo no tuvo oportunidad de salir a la contra y en estático fue perdiendo visión hasta quedarse ciego. La diferencia final de cinco goles se fraguó en dos inferioridades, dos, del Huesca, una de Demovic nada más comenzar la segunda parte y otra de Rochel hacia la mitad. El Huesca estaba cada vez más cómodo y sufrió el efecto contrario que su rival. Un acierto aquí o allá, un gol en inferioridad y bajo amenaza de pasivo, un fly y la confianza crece, el equipo juega con más seguridad, convencido de lo que hace. Así ganó el Huesca en Zaragoza y así perdió un BM Aragón que ya suma dos derrotas en casa en cuatro partidos. Sin embargo, fuera lo ha ganado todo. Paradojas de un equipo capaz de lo mejor y de lo peor. Ayer salió su peor cara y la fiesta se fue a Huesca.
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