A LA CONTRA

La vida de Benjamin Button

José María Movilla lleva el reloj de su vida hacia atrás y todo indica que el equipo aprovechará el retroceso de este futbolista generoso para tomar impulso. En Los Cármenes, junto a Víctor Rodríguez, demostró que la edad es lo de menos cuando lo de más es disfrutar del fútbol, de cada jugada

ALFONSO HERNÁNDEZ

La vida del Real Zaragoza está ligada a la de José María Movilla. El tiempo no se ha ensañado con él como en esas figuras atrofiadas que le precedieron en La Romareda y en su puesto, sino que avanza en la dirección contraria a las agujas del reloj. Trae los buenos recuerdos de la Copa ganada en Montjuïc y rejuvenece al equipo con su espíritu adolescente en el cuerpo de un veterano que, a sus 37 años, observa el ocaso de su carrera como un amanecer de sus ilusiones. El Pelado lo demostró ayer en Los Cármenes junto a Víctor Rodríguez: la edad es lo de menos cuando lo de más es disfrutar del fútbol, de cada jugada, de cada balón.

Como Benjamin Button (protagonista del relato escrito por Francis Scott Key Fitzgerald en 1921 y llevado al cine en el 2008 por David Fincher), Movilla parece restar años a cada día que pasa pero, sobre todo, está logrando reducir la artrosis de un equipo que ha envejecido siglos en cinco temporadas en su lucha por la supervivencia económica y deportiva. Sencillo, en su sitio, siempre atento al toque de corneta de un compañero, el centrocampista sostuvo al Real Zaragoza en Granada en la medida de que el grupo se sintió preotegido e iluminado en su órbita.

Ejemplos

No es recomendable retar a la naturaleza. Lo han hecho los porteros, cuya longevidad va ligada a un gasto físico menor, y algún que otro mercenario de quien el Real Zaragoza ha tenido noticias de primera mano. También futbolistas excelsos que se protegieron bajo la sombra de la defensa. El Milan tiene dos ejemplos ejemplares: Franco Baresi se retiró a los 37 años y Paolo Maldini, próximo a los 40. Movilla, más modesto en sus logros pero con la dulce corona a cuestas de la final frente al Madrid Galáctico del 2004, asume su reto biológico en el centro del campo más belicoso, un terreno donde en la era moderna de la Liga española solo salió airoso Donato Gama da Silva en el Deportivo.

Los 90 minutos del partido. Ahí estuvo, algo desplazado al final por cuestiones tácticas. En su primera acción realizó una entrada de puro fuego a ras de césped para marcar territorio, para enviar un mensaje grupal. Después dirigió las operaciones en la colina y en las trincheras. Puede que José María Movilla sea quien pare el tiempo muerto de este último lustro y le dé cuerda al Real Zaragoza para latir sin tantas taquicardias. Por el momento lleva el reloj de su vida hacia atrás y todo indica que el equipo aprovechará el retroceso de este futbolista generoso para tomar impulso. «Nunca es demasiado tarde o pronto para ser quien queremos ser».

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