La injustificada y absurda crítica a Manolo Jiménez

SERGIO Pérez, Jefe de deportes de El Periódico de Aragón

Desde que llegó a Zaragoza hace diez meses, Manolo Jiménez ha acumulado un largo repertorio de deméritos. La temporada pasada reconstruyó un equipo destrozado y lo salvó de forma brillante. Con todas las limitaciones económicas consustanciales al momento y gracias a su insistencia en la idea, este verano ha conseguido que el club vuelva a tener el patrimonio que había perdido (futbolistas mayoritariamente fichados, apenas cedidos). Aún no ha terminado octubre y el Real Zaragoza ya ha sumado doce puntos, los mismos que en toda la primera vuelta de la Liga pasada. Ocupa la novena posición y ayer encadenó su segundo triunfo consecutivo dejando las mismas sensaciones esperanzadoras de Granada y un regusto dulce para un partido justo antes de comer. Un sabor de equipo más hecho, que compite, que le da para ganar y que, al fin, parece haber encontrado la dirección.

Ese nutrido listado de disparates, todo acciones inconsentibles, le han servido a Jiménez para provocar ciertos recelos. La tozuda realidad es que la presencia del sevillano en el banquillo le ha hecho y le sigue haciendo mucho bien al club. Después de varias jornadas buscando sin encontrar, jugando a un nivel demasiado bajo pero con un buen instinto de supervivencia, el entrenador ha dado con el equipo. Esta será una opinión compartida.

Ayer podría haber jugado a ser un mal técnico y a dejarse llevar por instintos primarios. No lo hizo y acertó. Mantuvo la estructura de Granada con la entrada de Álvaro por Paredes por razones obvias, Romaric siguió fuera, Víctor por dentro y Movilla y Apoño juntos. Como debía ser. Lo que funciona no se toca. La configuración fue igual que hace una semana y el resultado, también. Jiménez no es infalible ni el último hombre íntegro en la Tierra. Ha hecho cosas mal, aunque la mayoría muy bien. Su presencia en Zaragoza sigue siendo una bendición.

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