El Zaragoza es Agapito Iglesias. Esté o no presente, el dueño es el que decide, el que conduce el timón de un barco un año más a la deriva con él como máximo accionista. El soriano, sin la presión de los focos y sin tener que oír al zaragocismo, vive más tranquilo y ha sido consciente del inmenso tirón que Manolo Jiménez ha tenido en la afición. Por eso lo renovó y por eso el técnico adquirió un status de mánager y una posición de fortaleza. Ahora, tras 11 jornadas sin ganar, y con el descenso como posibilidad real, por mucho que haya dos puntos de renta con esas plazas, la destitución de cualquier entrenador del mundo tendría justificación. Y Jiménez, que ha sido casi todo en el club en los últimos meses, no es un técnico más, pero sí un técnico que se rige por las mismas leyes que el resto. Hay, pues, argumentos para decir que vive en la cuerda floja. Agapito debe decidir si se cae.

Molinos, como presidente, mandó ayer un mensaje tibio en declaraciones a Aragón TV. "¿Se confía en el entrenador?". "Sí". "¿Aguantará hasta final de temporada?". Respuesta dubitativa, marchándose a los terrenos comunes de no querer pensar en un negro futuro. El llamamiento a la unidad y a remar todos hacia el mismo lado completan el discurso oficial. El subterráneo solo es cuestión de Agapito Iglesias, teniendo en cuenta que el entrenador firmó por tres años y que su despido es demasiado caro para la situación del club.

CAMBIO DE PLANES

Con el parón liguero y el Madrid esperando después, esta semana debería traer algún cambio o, si no, el cierre de filas con el técnico. Decidir si sigue pase lo que pase o si es el momento de un relevo que tampoco es garantía de reacción con un duro calendario por delante. De momento, Jiménez, que tenía previsto acudir a la reunión de los entrenadores con Sánchez Arminio, estará hoy en Zaragoza para dirigir la sesión a puerta cerrada en La Romareda

A Jiménez le avala el estar fuera del descenso, el enorme trabajo hecho el año pasado, tanto en el final de la temporada anterior como en el inicio de ésta, y la nula contestación que ha tenido de la afición. Su empeño y dedicación son ejemplares, aunque su lista de errores, en partidos y en declaraciones, esté aumentando exponencialmente. Al menos hasta ahora, la grada ha estado con el de Arahal, aunque no hay confianza que no se rompa cuando los malos resultados son tantos.

¿Y la plantilla? Ha mostrado en público su apoyo y el grupo ha creído a pies juntillas en él. Aún parece haber sintonía, pero cualquier vestuario se resquebrajaría con una racha semejante. Cuanto menos, el mensaje del técnico no llega como antes y los nervios que está mostrando en los entrenamientos, siempre cerrados, tampoco le están ayudando porque contagia ese desquiciamiento. Jiménez, además, ha señalado a varios futbolistas en los últimos tiempos. Ayer lo hizo de palabra con Rochina y de acción, dejándolo en el banquillo, con Movilla. Otra mala señal.